http://es.wix.com/website-template/view/html/689?originUrl=http%3A%2F%2Fes.wix.com%2Fwebsite%2Ftemplates%2Fhtml%2Fall%2F6&bookName=create-master-current-241213&galleryDocIndex=3&category=all

Friday, December 22, 2006

Navidá navidá, dulce navidá
Alegría en este día hay que festeja-ar

Navidá, navidá, dulce navidá,
Alegría en este día hay que festejar


Una nueva navidad parece que está llegando. Hace días que quiero escribir al respecto y no me viene nada digno. Ahora estoy comiendo helado – chocolate con almendras, dulce de leche con nuez y frutilla al agua -; y más tarde, puntualmente a la hora de la cena, comeré un rico pescadito que cocinará mi rico maridito. Y así es como todos los hechos cotidianos van transcurriendo aparentemente igual que siempre pero... ¡ojo al piojo!, no se dejen engañar. Ni bien arranca el mes de diciembre arranca también un período de tiempo que creo no está clasificado con ningún vocablo y que tiene que ver con una espera. (Yo sé que siempre hablo de esperar, que tengo un asunto irresoluto con el temita ese, pero les juro que ésta vez me refiero a otra cosa). El período del que hablo tiene que ver con la espera de... (música de presentación de Persona Muy Importante, o sea PMI) “El Señor Papá Noel”. Y sí, vamos a ser honestos con nosotros mismos, che, no es cuestión de seguir escondiéndonos bajo el manto de la niñez diciendo que lo hacemos por los chicos, que si no recibimos regalos no importa, que la navidad es una excusa para pelearse o no con los cuñados políticos.... ¡No!. La navidad es la noche en la que llega Papá Noel, y punto. No tengo idea de cómo llegamos del cumpleaños de Jesús, el hijo de Dios, al barbudo gordo vestido de rojo y con una risa sonora y corcoveante, y creo que tampoco lo quiero saber. Bastante he tenido ya con que Analía Imperiale a mis cinco años - ¡nada más que cinco años, buacha! – me haya dicho que Papá Noel eran los papás. Qué bien hice en no creerle, cada año que pasa me siento mejor conmigo misma por no haberlo hecho... Si le hubiera creído hace por lo menos ocho años que no tendría que haber recibido nada, ni un osito ni una pulserita ni nada, y vamos que si alguien ha sido generoso conmigo sobre todo en los últimos años fue El Señor Papá Noel. Pero bueno, volviendo al tema – si es que hubo uno alguna vez en toda esta maraña de palabras de Moraña – lo que quiero decir es que del primero al veinticinco de diciembre lo único que hacemos es esperar a Papá Noel. No importa si andamos como locos comprando servilletas o preparando pan dulce, como tampoco le importa a nadie si hicimos una ensalada rusa o dos matambres de pollo, porque nada de lo que hagamos puede tener más valor que la llegada de nuestro querido Papá Noel. Ese viejo simpaticón, bebedor -por lo menos- de anís, que hace muchos muchos años se entregó a la generosidad y desde entonces embala y empaca incansablemente paquetes, juguetes y cajones de mimbre para ser entregados a las doce de la noche del 24 de diciembre, ya 25. Él quiere a la gente y su misión es la de entregarles regalos a todos aquellos que se han portado bien a lo largo del año. Yo he conocido a un niño que una navidad no recibió nada por haberse portado muy mal. Portarse mal significó, en este caso, que le pegaba a las hermanas, escupía a las maestras y les ponía trampas a los gatos, entre otras cosas. Y así fue que llegó la noche buena y el niño se encontró con que no había nada para él debajo del arbolito. Lloró, puteó y se fue corriendo, desconsolado, y se encerró en su cuarto. Se arrodilló al lado de su cama y con las manos unidas miró al cielo y gritó: “¿Por qué, Papá Noel?, ¿por qué?”, y al no escuchar ni un esbozo de respuesta pateó y golpeó a puño cerrado a todo lo que tuvo a su alcance. Tras la bronca descargada se quedó dormido hasta el día siguiente. Sus padres y sus hermanas lo despertaron con el desayuno en la cama y mientras él desayunaba ellos intentaban reconstruir su dormitorio. Se desearon una muy feliz navidad y se abrazaron llorando. Papá Noel también lo perdonó y para demostrárselo le ofreció un lindo puestito en su empresa de empaques “El Gordo Generoso”. El niño, una vez cumplida la mayoría de edad, lo aceptó de mil amores. Hoy por hoy son muy amigos y a veces cenan juntos las sobras del 24 unos días después.

Moraleja: cuando no estén inspirados deseen una feliz navidad y un próspero año nuevo que nunca-nunca falla, salvo extrañísimas y no contempladas excepciones.

Gracias por la magia y traten de no irse de mambo con el alcohol, y si lo hacen quédense en casa rompiendo lo que es suyo nomás. Quiéranse, abrácense, den todos los besos que puedan, y sonrían todo lo que les sea posible, y si les termina doliendo la mandíbula, mejor.

¡Amor del bueno y salud de la misma calaña!

Maca

Monday, December 11, 2006



Decir que el calor aplasta no es nada ingenioso ni original pero como no siempre estamos obligados a ser ingeniosos u originales lo digo en tono social: “El calor nos aplasta a todos”. Y sigo hablando: ¿cómo andan?; yo muy bien, con muy poco tiempo que dedicarle al blog pero con muchas ganas de que termine el año para poder disponer de más tiempo para dedicarle al blog y a algunas otras cosas. Que el mundo se detenga entre diciembre y marzo tiene, como todas las cosas, sus pro y sus contras, pero como ando bien tengo el loco tino de ver las cuestiones positivamente. Además, Violeta, su padre y la gran pileta colaboran enormemente en dicho afán por lo cual hasta me permito sentarme a escribir sobre nada en particular y sobre todo en general sintiendo que estoy escribiendo sobre alguna cosa de importancia que, desde ya, no existe. Porque, volviendo al principio, lo que más importancia tiene es el calor aplastante así que no tengo mucho qué contar más de lo que he contado ya que si bien no es mucho, seguramente los hará sentir bien por ese asunto del mal de muchos consuelo de tontos. Creo que es así aunque no estoy muy segura: me encantan las frases hechas pero las confundo como el Chapulín Colorado. Che, qué garrón la pelea que se suscitó con el tiempo entre el Chapulín y La Chilindrina ¿no?, perdieron en gran parte la magia que solían tener en el recuerdo. Y hablando de recuerdos me viene uno de un día que vi en el noticiero a Chespirito firmando unos libros en una presentación, creo que se trataba de su autobiografía, donde, entre la gente que hacía la cola para que le firmaran, había una pareja de fans de que se había casado disfrazada él de El Chavo y ella de la Chilindrina. Posta. No olvidemos nunca – por favor – que hay gente para todo. Ahora me pregunto si el futuro les habrá deparado también una separación... Ojalá que no.

Bueno amigos me despido de ustedes prometiendo una vuelta a toda letra para los próximos días festivos que tanto bienmal nos hacen a los argentinos.

Saluti,

Maca

Obvia post-data: NO CONTABAN CON MI ASTUCIA!

Saturday, November 18, 2006

Cincuenta kilos. Y un cuerpo. Y una cara. Los dientes eternamente separados y ese hueco imposible y real de aquel que no quiso ser definitivo, que siempre fue “de leche”. Los dientes son de leche cuando uno es chico y luego, pasan a tener huesos, caries y manchas. Como el cuerpo que también se va llenando de huecos definitivos y no, viejos y nuevos, útiles y difíciles de sobrellevar.

Es el vacío de la espera, la sensación de vivir y esperar como una única cosa posible de hacer los que forman entonces los huecos.

Lecturas, nuevas bibliotecas, y los lomos de los libros que también son cuerpos ahuecados entre palabras, letras, párrafos, capítulos, historias en las que todo puede ocurrir.

La envidia de lo ilimitado, del todo en lo que puede sucederse, es quizás la razón más grande que me lleva a escribir y leer incesantemente, cada día, aunque más no sea unas líneas.

Y mis líneas, las que escribo y las de mi cuerpo, las de los dientes, las que se establecen mezcladas en los cincuenta kilos, a veces algunos más, a veces, lamentablemente menos. Solo con otra persona dentro pasé la barrera de los setenta. La panza y después volver a ser una sola, pero con un nuevo hueco ya imposible, ya casi fantástico en el recuerdo. Viví con otra persona dentro de este mismo cuerpo, y el ahora que nos convirtió en dos, y el afuera tan definitivo.

Casi un cuerpo que es incluso otro hueco. Agujeros por los que salen y entran historias, humo, bebidas, mocos, alimentos y sonidos. No me atrevo siempre a explorarlos y aún así siempre es que lo hago, como esta mañana de jueves en la que se inaugura un nuevo hueco con ambiciosas intenciones que están a la vista, dentro de los espacios aparentes, siempre y ahora fuera de mí.

Thursday, October 19, 2006

Hay épocas en la vida en las que uno se convierte en alguien faltante, ausente. Hay otras, claro, en las que sucede todo lo contrario: se está en cuanto lugar físico o espiritual se quiere estar. Y hay una tercera variante: momentos en los que suceden ambas cosas al mismo tiempo. Justamente, de lo que quiero hablar, es de ese poder que nos permite estar en varios lados a la vez, desarrollado mayormente por las mujeres pero imitado, en algunos casos con logros destacables, por hombres indefectiblemente inteligentes.

Yo hace unas semanas que estoy aquí para no estar allá, que falto a A para asistir a B, que río de todo para llorar por nada, que juego a decir pero elijo callar... Pero basta, no quiero que este texto pueda confundirse con una canción de Sabina; lo que sí quiero es manifestar mi admiración hacia el género humano que cuenta con el poder de vivir varias vidas dentro de la única que tiene, de estar en varios lados a la vez, de ser partícipe de la vida de otras personas que se encuentran en cualquier lado.

La semana pasada no asistí a ninguna de las clases que tomo, no obstante fui a la psicóloga y dicté mis tallercitos, pero el cansancio y la falta de tiempo – siempre la falta de tiempo – hicieron que yo no estuviera en varios lados, que fuera “la ausente” de la semana. Pero esos espacios de ausencia aparente yo estaba presente en otros espacios que tenían que ver, en este caso, con la organización del primer cumpleaños de mi hija. Entonces si se le pregunta a alguien que los martes por la mañana acostumbra verme dirá que ese martes por la mañana extrañamente no me vio, pero si se le pregunta a alguien que jamás me ve los martes por la mañana dirá que sí, que es la primera vez que me ve un martes por la mañana, y quien sabe quizás hasta diga que le dio gusto verme. Ausente y presente, presente y ausente, y sin trucos de magia.

Una vez, un amigo llamado Pablo, quien además de llevar una vida libertina plagada de excesos coordinaba grupos de jóvenes que querían confirmarse en la fe cristiana, dijo algo que me gustó: “Así como Jesús está siempre entre los que lo nombran, tanto yo como mis amigos estaremos siempre que alguno de nosotros abra una cerveza”. Y ese es el punto. Hace años que no veo a Pablo y a la mayoría de los integrantes de aquella banda, pero cada vez que se abre una cerveza me acuerdo de esas palabras, y de ellos, y de un montón de anécdotas que son muchas y por ende, no siempre son las mismas.

Y aprovechando que me puse algo mística hacia el final, voy a terminar mencionando a mi mamá que hace más de siete años dejó de pertenecer a éste mundo de vivos presentes para convertirse en algo supuestamente ausente, algo de lo que no se sabe casi nada, pero que así y todo nunca ha dejado de estar conmigo, cuidando de mis pasos y ayudándome tanto... Y éstos días en los que se celebra mi primer año de madre, en los que está tan en mí, en los que la extraño más que de costumbre, ella está conmigo.

Y ya está, eso es todo lo que quiero decir: hay que tener presente que aún cuando estemos ausentes podremos estar presentes. No me gusta cómo lo dije, pero va a quedar así porque me tengo que ir, porque tengo que ausentarme, sí, justo ahora que me estás leyendo...

Monday, October 02, 2006


Lo que pasa: hay un instante diario en el que pienso en mí. Es sólo uno.

El procedimiento (1): agacho la cabeza tratando de no torcer ni siquiera la primera parte de mi espalda, y luego me miro con concentración el ombligo.

(Salvedad: no siempre está del todo limpio)

El procedimiento (2): levanto lo que bajé sintiendo los pelos que se acomodan diferente sobre mi nuca, y una vez llegado el final me limito a pensar lo siguiente:


Soy Yo. Soy Yo. Soy Yo. Sé que Soy Yo.


El durante: me río para seguir pensándome como alguien tan propio como ajeno, como un ser con nuca, espalda, cabeza y ombligo. Pienso que sí, que soy yo, y ahí es cuando siento que ya puedo volver al mundo, a relacionarme con la gente, a andar por la calle sin silbar.


El después: en la conversación banal con el verdulero o en la profunda y nocturna que se suscita siempre sobre el colchón, me recuerdo, pero la imagen no siempre es nítida ni es mía, y una vez llegado el final me limito a pensar lo siguiente:


No sé. No sé. No sé. No sé quién soy.


El final: duermo hasta el día siguiente sobre las lágrimas densas y más propias que todo lo otro que pueda tener.

La esperanza: encontrarme en el instante íntimo del mañana.

El Gran Temor: volver a escribir lo mismo. Lo mismo. Lo mismo.

Monday, September 25, 2006



Ayer le dije a Diego de comprar el diario pero estábamos recién comidos y con la fiaca que los domingos es mucho mayor a la del resto de los días, así que dijimos que iríamos después. Después, también por la fiaca, obviamente no fuimos. A la noche soñé que leía en el diario los nombres de las novelas finalistas del premio Clarín; eran doce y dos de ellos empezaban con las mismas palabras que la mía, pero terminaban diferente. Ésta mañana, mi querido profe Juan, me dio la noticia de que habían salido los nombres de las novelas finalistas dentro de los cuales la mía no estaba. Confieso que no pretendía tanto como ganar pero sí ser finalista porque sentía que eso me conduciría con más velocidad a la tan deseada edición. Ya no importa, la primera novela de mi autoría será publicada de un modo u otro, más allá del concurso. Pero claro, sería absurdo no mencionar la pena que me dio el no reconocimiento ya que de haberlo tenido lo mencionaría a los gritos. Siento una fuerte desilusión a la que no le tengo que permitir que empañe mi lucha por editar mi adorado trabajo que además de imperfecto y valioso, es mío. Ante todo mío, mío, mío y nada más que mío, y que pronto será de ustedes, suyo, suyo y nada más que suyo.

Saluti

Akito (¡mi seudónimo!)

Friday, September 22, 2006

La buena educación

Hoy tuve terapia, a las nueve y cuarto, pero arrancamos pasadas las y veinte. De la sesión no quiero decir nada – aún la información no ha decantado – lo único que quiero decir es que no me banco al portero del edificio de mi psico, a él en particular, pero confieso que en general es un rubro por el que no me suelen nacer sentimientos piadosos. Éste, como tantos otros, se hace el canchero y el poderoso, y si bien lejos está de ser realmente alguna de las dos cosas, ya ha adquirido un arte para desarrollar esa ficción que inmediatamente lo coloca donde quiere estar. Encima – y he aquí la principal causa de mi aborrecimiento – juega, cada vez que voy, a que no me reconoce. Voy todos los martes, lo veo y le digo “Buen día”, y él suele fruncir los ojos, ladear la cabeza y contestar algo así como “Eh... ah, sí... eh... ah vos sos la que... ah no, sos... eh... ¡ah!, una paciente de Silvina, qué tal, buen día, sí...”. ¡Forro!, me dan ganas de gritarle. Sabe perfectamente quien soy, como yo sé perfectamente quien es el: un portero más que no me banco. Pasado el trance del saludo y del no-reconocimiento hacia mi persona, me sugiere siempre tocar el timbre, y yo siempre le respondo “Sí, claro”, y con la voz que debería poder sacar afuera digo “Como si hubiera otra cosa para hacer”.

Hoy, movida por su inmejorable consejo, toqué el timbre, y como mi psico no me contestó enseguida el hombre vino a mí con cara de alegría, y empezó a arrojarme palabras varias, ninguna, claro, de mi interés. “Debe estar atendiendo, es que ella tiene muchos pacientes, pero espérela acá porque los propietarios ya me tiraron la bronca porque hago pasar gente que espera en el palier y además de incómodo es peligroso, ¿no le parece?. Ojo, eh, no quiero decir que usted sea peligrosa aunque si va a una psicóloga ¿no?... jeje... ¿no?”. “NO”, le dije, pero un NO rotundo, grande, que en realidad significó “¿Y a vos quién te dio vela en este entierro, tarado?”, pero él siguió con sus cosas como si nada, o peor, siguió trabajando, limpiando sobre lo limpio, con una sonrisita que expresaba que había logrado su objetivo: el de molestarme. Algún día seguramente le voy a decir algo; algún día, seguramente, lo mande a cagar. Quienes me conocen saben que tarde o temprano termino vomitando las palabras sin filtro por las que con frecuencia siento tanto temor que a su vez se ve opacado por la educación y las buenas costumbres. Es un embrollo de sentimientos y herencias educativas que detesto tanto o más que a quienes me los provocan.

Después me reí sola, mientras esperaba, porque me acordé de un texto que escribí hace tiempo que trataba de un portero – ahora lo publico – como así también me acordé del portero de mi otra psicóloga, de la anterior, que me saludaba con un beso. Sí, con un beso. Todo comenzó el día que me dijo “Hola, Macarena, salúdeme porque hoy es mi cumpleaños”, y entonces yo, Macarena – él sabía mi nombre aunque nunca me lo había preguntado – le di un beso, tal vez hasta una palmadita en la espalda y todo, y a partir de allí nunca más pude dejar de saludarlo. Con un beso. Apenas me veía aparecer se apuraba para abrirme la puerta, darme el beso que quizás más me ha incomodado en la historia de mis besos, correr hacia el ascensor, abrir y cerrar la puerta del mismo, y sentarse a trabajar otra vez, igual que antes, pero sintiéndose diferente por esa suerte de victoria que sé fehacientemente sentía cada vez que me acorralaba en su atípico saludo de portero-paciente de la psicóloga del sexto “D”. ¿Cómo se le dice a una persona “no te quiero saludar más con un beso”?. Si, ya sé, se debería poder decir así, sin más, pero a veces no se puede, y es ahí donde resuenan en mí otra vez las palabras buenas costumbres o buena educación. Y si de buenos se trata yo puedo ser un (buen) ejemplo, porque a pesar de sentir cierto tipo de odio hacia el gremio “encargados”, los sigo saludando con sonantes “Buenos días”, y luego les dedico textos que, como puede apreciarse, no consiguen ponerlos en el lugar de “malos” o “equivocados”. Mala y equivocada soy y estoy yo. Pero soy de educada, mirá...



TEXTO

Ejemplo de comportamiento de un portero del barrio:

- Disculpe el atrevimiento señorita pero ¿a qué departamento viene?.
- Al tercero seis, a ver a la señorita Tatiana.
- Ah sí, pero ella no está, salió un momentito; y dicho sea de paso, me dejó dicho que si venía alguien le pidiera que la esperara. ¿Usted la puede esperar?.
- ¿Cuánto va a tardar, sabe?.
- Y no... Imaginese que yo no puedo contestarle una cosa así, pero no creo que vaya a tardar mucho considerando que dijo que volvía en un rato; además si ella la citó seguro que está al caer. ¿Usté viene por el alquiler de la habitación, no?.
- Sí.
- Es un lindo departamento, y la señorita Tatiana es muy buena chica, muy educada, no creo que vayan a tener problemas. Usté también parece así... como ella... modocita ¿vio?.
- Ah... gracias.
- No, no hay porqué mija, no es un cumplido, es lo que está a la vista. Ya le digo, la señorita ha de estar al caer y no hay problema de que la espere acá. Ella es una chica muy buena, muy estudiosa, el año pasado sacó las mejores notas de la facultá. ¿Usté sabe lo que estudia ella?.
- No, no la conozco, yo vine por el aviso...
- Entiendo, pero no se preocupe porque como le digo ella es una chica bárbara, simpática, educada, sociable. Estudia filosofía. De acá no entra ni sale sin saludar, y eso que no tiene porqué ya que imaginese que en un edificio tan grande hay de todo, gente educada y gente que mejor perderla que encontrarla, y los que saludan son los menos, además los jóvenes son más maleducados que los adultos así que lo de la señorita Tatiana vendría a ser una excepción ¿me entiende?.
- Sí, claro. Mire señor, yo la voy a esperar en el bar de la esquina, si usted me hace el favor de avisarle que estoy ahí cuando ella llegue...
- Yo no tengo problema pero permitame decirle que en ese bar son unos ladrones. Le van a querer cobrar un ojo de la cara por un té, un café, una gaseosa o lo que vaya a tomar; yo sé lo que le digo. Hace más de veinte años que trabajo acá, toda una vida, y a esos los conozco bien, son unos chantapufis. De acá, del edificio, no va nadie porque la gente se curó de espanto, ya sabe: el que se quema con leche ve una vaca y llora. Así que usté haga lo que quiera pero yo le advierto, por las dudas, aparte le digo que no hay problema que espere acá, en el hall, y si no la invito a pasar a casa a charlar con mi señora es porque ella está trabajando y yo no puedo dejar la puerta que si no...
- No, está bien, muchas gracias pero no hace falta. Le pido por favor si le avisa que estoy ahí, en el bar, de todas maneras me voy a tomar un café chico y para eso tengo. Gracias.
- Haga como quiera, pero el zorro sabe por viejo pero más sabe por zorro y por algo le digo lo que le digo. Ustedes, los jóvenes, nunca escuchan a los adultos y así les va después. Yo no le quiero decir que a usté le va a ir mal pero...
- Está bien, gracias, hágame el favor de avisarle a Tatiana ¿sí?.
- Como quiera señorita, ¿su nombre?.
- Mili.
- De Milagros.
- No, de Milanta.
- ¿Usté se llama Milanta? ¿qué nombre es ese?. Nunca lo había escuchado.
- No, es original...
- Más que original es de remedio, ¿no hay un remedio que se llama así?.
- Sí, creo que sí...
- Mi mujer lo toma, ella toma muchos remedios porque tiene problemas de salú ¿sabe?, es muy inestable la pobre. Pero eso le pasa por trabajar tanto, ella le limpia a la gente de acá, es la doméstica del edificio.
- Ah, qué bien. Bueno señor, gracias por todo, nos vemos en un rato.
- ¿Insiste con ir a ese bar?. Hagame caso, señorita, hagame caso... Hay que escuchar a la gente grande, a los que saben, le van a cobrar cualquier cosa y después se va a arrepentir de no haberme llevado el apunte. Quedese acá que no hay problema, además la señorita Tatiana ya le digo, ha de estar por llegar, no debe haber ido muy lejos. Ella estudia nomás, los padres la mantienen, son de Bahía Blanca ¿sabe?.
- Ah...
- Pero no se quede con esa cara, no es que yo no la deje ir al bar, usté haga lo que quiera, ya es grande, pero le van a sacar todo por cinco minutos que mejor se los pasa acá hablando conmigo que no seré una gran compañía pero tengo linda conversación, y eso no lo digo yo, lo dice la gente que vive acá. Para que se de una idea la señora del doce siempre me viene a charlar de mañana y nos quedamos una hora, a veces un poco más, conversando sobre el tiempo, la gente, la vida, sobre las cosas que uno conversa ¿no?.
- Claro...
- ¿Usté no es de acá, no?, no tiene pinta de porteña.
- No, soy de Ramallo, provincia de Buenos Aires.
- Sí, conozco, mi mujer es de San Pedro. Lindos lugares esos. Pero claro, es como dice el dicho “Pueblo chico infierno grande”, además si usté quiere estudiar, desarrollarse, ser alguien en la vida, tiene que vivir acá, en la Capital, porque allá no hay oportunidades...
- Mmm...
- Usté debe estar pensando que cómo habla este viejo pero eso es porque es joven y todavía no se dio cuenta.
- ¿De qué?.
- Del asunto de las palabras, de la comunicación. Si nosotros, los seres humanos, no charláramos entre nosotros, no quedaría nada. La mortaja no tiene bolsillos, mija, y uno tiene que hablar, conocerse, saber de los demás, porque siempre se necesita de los otros. Además, como dicen, el saber no ocupa espacio...
- Claro...
- ¿Es la primera vez que viene a Buenos Aires?.
- No, yo vivo acá hace tres años, pero me quiero mudar.
- ¿Problemas?
- No, pero la chica que vive conmigo se puso de novia y anda con ganas de convivir así que yo tengo que irme.
- Un poco desagradecida ¿no?, ingrata que le dicen... seguramente cuando usté le alquiló la pieza a ella le vino muy bien...
- Sí pero ahora ya no, es la ley de la vida...
- ¿Y usté no tiene novio?, permitame, con todo respeto, es muy linda...
- Gracias, pero no, no tengo novio.
- ¿Y la chica que vive con usté es linda?.
- Más o menos.
- Y sí, era de esperarse...
- ¿Por qué?.
- La suerte de la fea la bonita la desea, mi madre siempre lo decía, era una mujer muy sabia. Nosotros tampoco somos de acá, somos italianos. Yo nací y a los veinte días ya me trajeron pero tengo la ciudadanía italiana y mi sueño es viajar para allá y conocer el lugar de donde vengo, de donde viene mi familia.
- Ojalá se le de.
- Sí, ojalá. Ah no, le pido por favor que no, que no me fume acá en el pallier porque me deja todo impregnado y después no lo saco ni con lavandina.
- Voy al bar ¿sabe?, así no lo molesto.
- Usté no me molesta, me molesta el cigarrillo. Yo fui muy fumador, fumaba tres atados por día, negros. Pero hace diez años que dejé y ahora no soporto el olor, pero más que nada se lo pido por los habitantes, los inquilinos y los propietarios, porque después me tiran la rabia a mí, vió cómo es: el portero tiene la culpa de todo. No sienta que la estoy echando, usté me cae muy bien, pero fume acá en la puerta, no me fume adentro, es lo único que le pido. Además, quiere que le diga, no me gustaría que entre al bar de esos ladrones, ahí sí que se fuma y cómo...
- Bueno está bien, espero un poco más.
- Sin fumar.
- Bueno, sin fumar.
- La señorita Tatiana no fuma y seguramente no va a querer que usté fume dentro del departamento, pero en vez de vivirlo como un problema acepteme el consejo y aproveche para dejarlo de una vez por todas. ¿Hace mucho que fuma?.
- Desde los dieciséis, tengo veintidós.
- Una eternidá, mija, tiene que largarlo, ¿usté no lee que es perjudicial para la salú?.
- Si pero...
- Pero nada, con el cigarrillo hay que ser drástico, de un día para el otro hay que decir no fumo más y no se fuma más, y listo. La gente se cree que es difícil pero es como todo, hay que acostumbrarse y sanseacabó.
- Yo por ahora no quiero dejar...
- Va a tener problemas con Tatiana, yo sé lo que le digo, ella es muy buena pero si deja de serlo... hay que tener cuidado. Es como mi señora, ella es un amor pero no le vayas con un martes trece porque te lo tira por la cabeza, a mí hasta ha llegado a levantarme la mano.
- ¿Cómo?.
- Sí, no vaya a creer que es golpeadora, es un pan de dios mi esposa, pero más de una vez yo me he puesto pesado y ¡zácate!, me dio una cachetada que me dejó girando como un trompo.
- No lo puedo creer, yo detesto la violencia.
- Yo también, no crea, y mi señora también, sólo que a veces uno reacciona como menos se lo espera. Ya le va a pasar, después de treinta y tres años de matrimonio las cosas cambian mucho y todo por lo que uno dijo de esta agua no he de beber, se lo traga con o sin embudo ¿me entiende?.
- Sss...
- Claro, usté no puede entender mucho porque es muy joven, pero ya la vida se va a encargar de hacerle comprender porqué pasan las cosas. Yo, cuando la conocí a mi señora, era un pibe y trabajaba de cadete en la ferretería de un tío mío, del tío Oscar, y él me decía “Ojo José que la bruja esa es peligrosa, no te enganches”, y yo no le hice caso y acá estamos... treinta y tres años de casados.
- Pero entonces tan mal no le fue...
- Y... usté vió cómo son las cosas, todo depende de qué lado se las mire. Mi señora es muy buena, si se muda acá ya la va a conocer aunque a la casa de la señorita Tatiana no vaya, porque ella siempre anda de un lado al otro, con hormigas en el culo como le digo yo si me disculpa la expresión. Pero así y todo, con lo buena que es, también se nota que tiene su carácter pero eso es bueno, es muy bueno, porque alguien tiene que llevar los pantalones, dirigir la batuta ¿me comprende?. Yo a mi señora la adoro, la amo ¿sabe?, pero yo llamo a las cosas por su nombre y ella no es la madre Teresa de Calcuta ¿me entiende?. Yo tampoco soy un santo, le digo la verdá, pero al lado de ella tal vez soy mejor persona, pero eso no lo tengo que decir yo, eso lo tiene que decir la gente. Usté le puede preguntar a cualquiera de los de acá, a cualquiera de los habitantes, y va a ver que le hablan maravillas de mí, porque yo soy encargado de este edificio hace más de veinte años y nunca he tenido una queja, ni un sí ni un no con nadie. Y eso no es común, siempre hay problemas y más con el portero, pero yo no doy motivos. No me gusta meterme en la vida de nadie y no me gusta que nadie se meta en la mía.

- Buenas tardes José.
- Buenas tardes señora Elena, ¿cómo anda?.
- Lo más bien por suerte. ¿Llegó la luz?.
- Sí, acá tiene, veintidós pesos, dos menos que el mes pasado...
- Es que no estuve el fin de semana...
- ¿Anduvo paseando?.
- Sí, fui a lo de mi hermana, a Virreyes.
- ¿Todo lindo?.
- Sí, por suerte... ¡Los sobrinos están de grandes!.
- Me imagino... me imagino... ¿y su esposo cómo anda?, hace días que no me lo cruzo.
- No José, pensé que sabía, se fue.
- ¡Uh!, disculpeme, no sabía nada...
- No, está bien, no tiene porqué saberlo, nos separamos.
- ¡Qué desgracia, después de tantos años!.
- Sí, una pena, pero la vida es así, todo lo que empieza termina ¿vio?.
- ¿Y los hijos qué dicen?.
- ¿Y qué van a decir?, están tristes. Pero bueno, la interna del matrimonio sólo la conoce la pareja.
- Si lo sabré...
- Por eso... Bueno José, gracias, nos vemos.
- Nos vemos doña Elena, que le vaya bien y lo lamento. Disculpeme, en serio, no sabía nada.
- Está bien, José, no se haga problema. Hasta luego.
- Hasta luego.

- ¿No le digo?, pasa de todo en la vida, en el mundo, uno ni se imagina las cosas que pueden ocurrir, ni siquiera dentro de su propia casa. Yo sabía que se había separado, me lo había comentado la del doce, pero quería asegurarme ¿vió?, saberlo por la propia boca de doña Elena, porque más vale saber las cosas por buena fuente que por boca de ganso... Este es el matrimonio número quince que se separa en el edificio, ¿puede creer?. Pero no se asuste, eh, también se casaron varios. Ahora justamente hay dos parejitas de recién casados, una vive en el octavo y la otra en el décimo. Son muy simpáticas, las chicas sobre todo, los muchachos más o menos. Uno es técnico electrónico y el otro es hijo, ¿me entiende, no?. de familia de plata, de esos que no necesitan laburar... Qué se le va a hacer, hay gente que nace con estrella y otros estrellados. La señorita Tatiana también es mantenida pero los padres son gente de trabajo, buena gente, no son empresarios ladrones como los padres el muchacho éste, del octavo. Esa sí que no es buena gente, yo sé porqué le digo lo que le digo. No soy de hablar por hablar. El padre es el dueño del departamento pero tiene tantos que ni debe saber dónde quedan. Éste se lo regaló al hijo cuando se casó pero la chica me dijo que es un miserable porque tiene otros más lindos y mejor ubicados y éste se lo dió como quien le da una moneda a un chico de la calle ¿me entiende?. De todas maneras la chica está agradecida porque tampoco tiene porqué regalarle nada a nadie pero escúcheme, si al hombre le sobran las propiedades ¿qué le costaba darle al hijo, a su propio hijo, una de las mejores?: nada. Pero la gente es así, qué se le va a hacer. Algunas personas son generosas y otras no caminan por no gastar la suela del zapato ¿vió?. Yo no tengo hijos, mi esposa no pudo quedar nunca, pero si los tuviera les daría todo, hasta lo que no tengo y no es una manera de decir. A mí me hubiera encantado tener hijos pero vió cómo son las cosas, dios le da pan a quien no tiene dientes. ¿Y sabe por qué le digo esto?, porque yo gracias a mi trabajo tengo la oportunidá de ver madres con chicos todo el tiempo ¿y quiere que le diga?, son más las malas que las buenas. Y eso no lo digo solamente yo, lo dice todo el mundo, sobre todo de la chica de acá, del segundo ocho, esa sí que no tiene idea de lo que le dio la vida. Mi señora siempre me dice que se lo sacaría de las manos sin importarle la justicia ni nada. Claro que de lo que uno dice a lo que finalmente hace hay un largo trecho que nunca se termina de recorrer pero usté debe entender la idea. La chica ésta le pega a la criatura, le levanta la mano, le grita, usté no sabe las cosas que le hace. El nene tiene menos de tres años y ninguna persona se merece un trato como ese y menos de su propia madre ¿no le parece?. Yo le digo la verdá: a mí también más de una vez me dieron ganas de sacarle al nene, de robárselo como quien dice, pero bueno... eso no se puede hacer. Mi señora, que como le dije tiene su carácter, si fuera la madre de la chica la hubiera fajado más de una vez, pero uno desde el lugar que ocupa no puede hacer nada. Dónde se ha visto que los porteros o las domésticas eduquen a los inquilinos. Porque ellos son inquilinos, no son propietarios, acá por suerte todos los dueños son gente muy buena, menos ese que le dije antes, el padre del chico del octavo, pero ahí lo que cuenta es que vive ésta parejita porque el tipo, el dueño, acá no viene nunca, y mejor así. La última vez que vino me encaró por una pérdida del baño que yo imaginese que no tenía la menor idea, ni que yo andara metiéndome en los departamentos. Si me meto, después me tiran la bronca porque no avisé y así es todo, un círculo de problemas de los que uno no se puede hacer cargo. Yo no le arreglo nada a nadie, al principio lo hacía, pero después me di cuenta que era para quilombo, si me disculpa la expresión, porque una vez que uno le arregló algo a un habitante, ahí le vienen todos los demás con que una canilla, un cuerito, un vástago, y ahí sí que no hay portero que aguante. Yo tengo que ocuparme de la puerta, esa es la prioridad, y más en estos tiempos con lo mal que vivimos ¿entiende?. Y no dejo entrar a nadie, noseñor, a nadie sospechoso y siempre que olfateo algo raro enseguida llamo a la comisaría que está acá en la otra cuadra. Los muchachos ya me conocen y saben que soy de los que piensan que más vale prevenir que curar, claro que tampoco es cuestión de andar llamándolos todo el tiempo ¿me comprende?. Uno de los muchachos, de los oficiales, es amigo mío, y cuando no tiene nada que hacer se viene para acá a conversar conmigo. Siempre se trae unas empanadas o unas masitas, siempre cae con algo, es un buen muchacho. Yo le cebo unos mates y conversamos, me cuenta de los robos, de las violaciones, no son muy lindos temas pero hay que estar informado, no es cuestión tampoco de querer saber únicamente lo lindo porque lo otro también es parte de la vida. Justo vino antes de ayer, qué casualidá, pero fue la primera vez que no trajo nada. Es que a veces no le da la cara ¿me entiende?. Ellos, los policías, pueden manguear pero tampoco se pueden pasar de vivos porque si no la gente del barrio comenta y en el peor de los casos puede ir a la comisaría y levantar un acta. El año pasado el almacenero de la calle Sufriategui lo hizo y suspendieron a dos muchachos, a los que hacían la recorrida, por mangueros. Claro que el tipo después cerró porque lo afanaban cada dos por tres, llegó a tener tres asaltos en una semana, y eso que a mí no me vengan a decir que no fue una botoneada porque no lo creo, eh. Y mire que el oficial que le digo es amigo mío pero no por eso tengo que hacer ojos ciegos a las cosas que pasan. Acá, en la Argentina, todo el mundo sabe que la mayoría de los canas está al pedo, y disculpeme la expresión, andan mangueando sin ton ni son, sino imaginese que no habrían los robos que hay... Pero bueno, ¿qué puede hacer uno desde el lugar que ocupa?: nada, salvo que se quiera meter en problemas ¿no?, pero ahí ya es otro cantar.

- Buenas tardes José.
- ¿Qué dice señor Osvaldo, cómo anda?
- Yo muy bien ¿y usté?
- Bienbien por suerte. ¿Su señora?.
- Bárbaro, gracias. ¿Alguna novedad?.
- No, ninguna.
- Que siga bien entonces.
- Igualmente, nos vemos.
- Adiós.

- El señor Osvaldo es muy correcto, ese habitante sí que da gusto tenerlo. Es un muy buen vecino. Todas las mañanas compra el diario y lo lee en la plaza, yo lo veo.
...
- Uy, mire, ahí viene Tatiana...
- Hola José.
- Señorita Tatiana, ella es Mili, pero viene de Milanta, no de Milagros como se debe estar imaginando, la estaba esperando.
- Hola.
- Hola ¿cómo estás?. ¿Subimos?.
- Por favor.
- Bueno José, muchas gracias, no me la habrá asustado ¿no?.
- ¡Qué esperanza señorita Tatiana, apenas si cruzamos unas palabras!. Ahora las dejo, tengo mucho que hacer y esta chica ya me entretuvo de lo lindo. Ojalá se entiendan, que tengan suerte.
- Gracias.
- Gracias.
- No hay de qué, nos estamos viendo. Después me cuentan.

Thursday, September 21, 2006

Regalos de primavera


“La incomprensión entre civilizaciones con frecuencia no era más que un destiempo en el festejo de un chiste” César Aira

“Y tras un suspiro, que en ella, voluminosa como era, sonaba más natural, preguntó, en tren retórico, qué mujer no necesita hablar. A las esposas era tradicional reprocharles la locuacidad. Qué injusticia. Eran tantos los silencios que se acumulaban en la vida de una mujer casada, tantas las palabras no dichas haciendo presión sobre las membranas del insomnio... A la larga era como no existir” César Aira

“La amistad no es menos misteriosa que el amor o que cualquiera de las otras faces de esta confusión que es la vida. He sospechado alguna vez que la única cosa sin misterio es la felicidad, porque se justifica por sí sola” Jorge Luis Borges

“... comprendió que un destino no es mejor que otro, pero que todo hombre debe acatar el que lleva adentro” Jorge Luis Borges

“Cualquier destino por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en que el hombre sabe para siempre quien es” Jorge Luis Borges

Wednesday, September 20, 2006

Saturday, September 16, 2006

No hay en mi espera un ansia desbordante
como así tampoco, sonido de árboles o animales verdaderos.

Sin embargo, ese olor al que huelen mis sueños, está presente también en mi espera.
Es un aroma dulce, como a frutas secas.

Mi espera aún cargada y densa no tiene comparación ni una poética posible.

(A veces sueño con que voy a abrir los ojos y te voy a ver,
a vos o al vos que guardo en mi memoria,
y cuando eso ocurre, digo, cuando abro los ojos y eso no ocurre, digo, lo de verte,
la espera se pone más y más densa, notoriamente pesada, pero también más mía que nunca)

Entonces me sé dueña de una espera y de nada más
y pienso – siempre – que al fin y al cabo,
la vida no es más que eso de esperar y escribir,
(escribir y escribir)

para volver a esperar.

Sunday, September 03, 2006

No puedo hacer que no aparezcan. No las puedo evitar. Llegan a mi vida en forma de imágenes pero son mucho más que eso. Una mujer con un miembro masculino metido en su boca tan repleta y redonda ya; otra mostrando ¿orgullosa? una vagina al rojo vivo, gorda e infame, incandescente quizás. Y por qué no el rostro de una tercera mujer, con sus párpados fruncidos, que se encuentra esmeradamente salpicada por los líquidos blancos y espesos de la hombría. Juro haber puesto anti-virus, “control para padres”, hasta haber denegado el acceso internético a páginas eróticas y/o sexuales y sin embargo... ellas siguen apareciendo.

Pero claro, ya es bien sabido que el poder lo tenemos las mujeres y más aún si se trata de ejemplares de éste tipo que disfrutan de ser observadas en una desnudez que trasciende la desnudez misma. Parecieran siempre querer ir más allá. Tal vez si fuera “erótico” mostrar el contenido del cuerpo (tripas, páncreas, riñones) seguramente lo harían poniendo la misma cara que ponen ahora, cuando se meten en mi máquina y en mi vida, esa cara que intenta decir algo así como “Tomá hija de remil putas, mirá cómo me la meten y disfruto. Nunca en tu perra vida vas a dejar de ver mujeres como yo y cada vez que te quieras hacer la intelectual y te empecines en buscar en internet tu “materialcito literario” – tono de burla – mujeres como yo apareceremos para recordarte que no sos más que un cacho de carne al que le gusta recibir otro cacho de carne siempre que pueda”.

Les juro que por mi condición de literata puedo ver palabras hasta en las miradas, y las de ellas hablan así y dicen esas cosas y algunas peores también pero a ésta hora del domingo aún están despiertos algunos pudores que traigo desde la infancia.
Pero cada vez que aparecen y despiertan a mi odio, no paran hasta madrugar también a aquel otro muchacho comúnmente llamado “morbo” que después de guiñarme un ojo, se introduce en los actos sexuales con la velocidad de la luz, y agita a todos los integrantes de la página para que “se me caguen de risa en la jeta”.

¿No te digo que saben cómo hacerme enojar?, ¿no te digo?

Friday, September 01, 2006

La página en blanco

A veces, cuando abro el Word, creo que me voy a encontrar con algo nuevo como sucede con la casilla de mail y extrañamente o no, eso me sucede. El archivo-nuevo, la página en blanco, no es siempre la misma, nunca. Ella te dice algo nuevo cada vez (no está vacía, es un juego de apariencias al que le gusta prestarse), y así es como no siempre es blanca ni pura ni mucho menos radiante. Ella es nueva a diario, como lo es uno. Para ella los días tampoco son todos iguales. Ella cambia, muta, se transforma en cada apertura como lo hacemos las mujeres a las que nos gusta abrirnos al mundo y a sus delicias tanto mundanas como de las otras. Y yo, dicho sea de paso, me vengo dando cuenta de que ando abierta. Ahora, proponer que esta apertura está deseosa de nuevas experiencias es quizás incitar a algo que no creo poder sostener más tarde. De querer llevar a cabo tarea semejante sin dudas debería utilizar otro medio y de seguro otros modos ciertamente más sensuales que si quiero encuentro en un abrir y cerrar de ojos, de éstos mismos que llevo en mi cara, de éstos que, con su color indefinido, dicen siempre, cada día y a cada rato, algo diferente tal como lo hace la página en blanco que acabo de matar.

Friday, August 25, 2006




Me encanta que la gente escriba. Es tan lindo saber que la gente está del otro lado. Y ojo que cuando digo “la gente” me refiero a los grandes amigos, a esos que están siempre, que son como el sol, que aunque no los veamos siempre están, y que además, como si fuera poco, brillan y brillan. ¡Uy, qué incandescentes son!. Y ojo que no es un juego de palabras, eh, es un hecho, y también una alegría, claro, porque tener amigos es re-grosso, es una de las cosas más grossas que te pueden pasar en la vida, locos, y yo soy una privilegiada en eso porque tengo amigos re capos que me quieren y me cuidan y me tratan bien incluso los días que estoy como loquita, escribiendo cualquier cosita. ¡Qué locos lindos somos todos, che!, ¡carajo mierda!. Así que gracias, en serio, gracias por ser como son, por ser la luz que brilla en la oscuridad y por tenderme siempre una mano – amiga – en los momentos en los que todo se desmorona, o en aquellos otros en los que levantar un vaso de birra con manice´s flotando dentro, es una religión impostergable que ruega ser rezada una y otra vez, paso a paso, sorbo a sorbo.

Sepan que los quiero y que siempre los querré, pase lo que pase, porque así nos dejáramos de ver, ustedes vivirían en mi recuerdo como aquellas personas que tanto quise y me quisieron. Son lo más, locos, y tengan en cuenta que yo también estoy siempre que me necesiten, en serio, así sean las tres de la mañana de una noche de invierno, me pueden llamar, posta, yo no soy de las que hablan por hablar y eso ustedes lo saben y en parte por eso son mis amigos. Bastará con que me digan “Negrita, te necesito”, para que yo esté ahí, al pie del cañón o de donde estén, para prestarles mi oreja para que la mastiquen y se saquen los nervios provocados por algún amor que si se portó mal, es seguro que no los merece. Porque ustedes se merecen todo, chiquitines, todo-todo, bocha de cosas del mundo, pero del mundo lindo, del mundo bueno, de ese mundo que sin querer, con nuestra amistad, construimos a diario. Ustedes son mi granito de arena o de mostaza como dice esa canción cristiana que nunca entendí pero tantas veces canté. Gracias otra vez, en serio, me conmueven con sus presencias y con todo lo que tenga que ver con sus personas. Porque ustedes son súper importantes y ocupan un re-lugar en mi corazoncito algo agrietado por la vida loca que llevamos, esa vida loca que a veces, la muy turrahijaeputa, no nos da tiempo y espacio para decirle a los amigos, del modo más patético pero no por eso menos efectivo, que los queremos.

Los quiero, y quiero que siempresiempresiempre lo tengan en cuenta ¿saben?

La amiga Maqui, una loca linda...

Tuesday, August 22, 2006


Che, no sean timidones y escríbanme comentarios; no hace falta que tengan blog para hacerlo. Sólo hace falta tener un poco de onda, de smowing, de swiming pool, y de sharm y de eso, vamos, todos tenemos un poco.

Besos de lunes,

Maca

Monday, August 21, 2006

Sigo viviendo en el barrio de Florida, es increíble que eso sea así...

En este instante me estoy debatiendo entre bajar a hacerme unos ricos mates o escribir, y si bien sería fabuloso - ¡fabuloso!, ¡qué gran palabra! – hacer las dos cosas, no puedo pensar en perder este instante en el que disfruto de escribir aunque no sepa sobre qué hacerlo.

Afuera hay un sol divino de feriado alegre y frío, adentro mis amores descansan presas de una siesta sanmartiniana, y en la casa toda se respira un invierno familiar que también me parece increíble. Sí, también sigo viviendo en la misma casa.

Lejos ya de algunos maltratos del pasado escucho anonadada las peleas de los vecinos, de los de enfrente y de los de al lado – al lado debería escribirse todo junto -, y me pregunto cómo pueden convivir maltratándose algunas personas. Eso de que la vida es corta es bien sabido por todos, todos lo decimos y somos tan pocos los que solemos tenerlo en cuenta... Pienso que siempre hay que elegir el amor y el respeto y al decirlo siento que las obviedades se apoderaron de mis ideas y de las ideas que quiero escribir ésta tarde de lunes feriado. Pero si es así ¿qué?, ¿acaso no está bueno de vez en cuando volver a los dichos del tipo de siempre que llovió paró o nunca es tarde si la dicha es buena?. A mí me gustan esas palabras, y por lo general me hacen bien, me consuelan. Creo que ese es el fin, el objetivo de los dichos populares y de las frases hechas. Me encantaría ser la inventora de muchos, pero sobre todo de los que ya están inventados.

Van a ser las cinco de la tarde y en breve el día enloquecerá oscureciéndose y poblándose de grititos graciosos, palabras incomprensibles, y la sorpresa enorme de ver a esa hija tan grande, tan inmensamente grande. Es que el tiempo pasa volando, me digo, en el instante en que me convenzo de que lo mejor es, fue y será bajar a hacerme unos mates. Tá luego.

Friday, August 18, 2006

Y no... No escribo aquí todos los días, lamentablemente no me da el tiempo para hacer semejante cosa. Pero ojo, eh, me encantaría poder hacerlo. Pero no puedo. Igualmente no me quejo, llevo una vida más que feliz y cada vez me va mejor con mis amigas las letras. Es que nos queremos mucho y nos respetamos todo: el mal humor, la falta de ganas, las ojeras, los chistes que no sabemos contar, todo lo que no podemos decir y sobre todo, la falta de tiempo.

Eso, el tiempo o en su defecto su ausencia, es algo que nos infunde un respeto sin igual. Casi que a veces podemos personificarlo y dependiendo de cómo estemos lo vemos lindo-lindo como un duendecito de esos que dibuja Liniers, o feo-feo como el portero del edificio de Maipú y San Martín, sobre Maipú, al lado de la mueblería, que tiene una cara tan impresionantemente asustadora que, te juro, llega a asustarnos – a mí y a mis letras – y lo que es peor, logra ocupar un espacio en la mente que después nos cuesta correr. A las pruebas me remito: me quejo de que no tengo tiempo para escribir y cuando me siento a hacerlo no hago más que perderlo hablando de cosas que no tienen gollete. Me encanta la palabra gollete y la uso bastante. Gollete: parte superior del cuello por donde se une a la cabeza. Qué lindo que es buscar definiciones en el diccionario ¿no?. Siempre me acuerdo de una compañera del colegio que todas las noches, en la última conversación que sostenía con su novio, se leían mutuamente una palabra del diccionario elegida al azar, y comentaban su definición y su posible uso. Y hablando del pasado... ayer viví una experiencia que merece una mención, y que es más, quizás hasta merecería un relato pero vamos con lo que tenemos: ayer fui a mi cole, al Santa Teresita, a las ocho de la mañana, porque mi querida sobrina Martina era escolta en el acto de San Martín. Ya el hecho de entrar al colegio, meterme en el gimnasio y ocupar el lugar de los padres y no el de los alumnos, fue un flash. Pero lo grosso vino cuando la vi a ella, a Irma, a mi maestra de primer grado, a mi primera maestra. Encima éstas últimas semanas vengo de revival en revival, de encuentro casual en llamado erróneo que conduce a un reencuentro con gente que no veo hace mucho más tiempo del que creo llevar de vida, en fin... El caso es que me acerqué a la maestra y después de pronunciar su nombre y vernos a los ojos le dije “¿Sabés quién soy?”. El grito de alegría que dio y el abrazo que nos dimos sin dudas será guardado (con extremo cuidado) sobre el estante clasificado como “Emociones fuertes, a veces muy fuertes 2006”.

Las dos lloramos y aunque no hayamos hecho comentario alguno, sé que ambas recordamos a mi mamá. Y ella, Irma, con su voz de siempre y con su misma carita de maestra, me dijo que aún conserva sobre su repisa la monjita-campanita-souvenir de mi comunión. Me encantó que me dijera eso, lo sentí como un mimo diseminado en el tiempo, como una prolongación de mi imagen en la vida de una de las personas que más me enseñó en mis días como alumna. Nos despedimos con la promesa de volver a vernos. Llegué a casa y Violetita me esperaba con sonrisas, sentada al lado de su padre que es mi amor sobre la cama que es de todos. Y entonces pensé en el tiempo, como lo estaba haciendo hace un rato cuando empezaba a escribir esto. Pienso en su longitud, en su profundidad, y en su falta o ausencia. Al final creo que siempre tenemos tiempo, porque de eso está hecha la vida, el tema es que nunca es fácil hacérselo o tomárselo. Porque si bien no nos pertenece, podemos generarlo, porque si bien no es nuestro, podemos disponer de él. Porque fijate vos que ya pasaron veintitrés años desde que esa señora diminuta y morena me enseñó a escribir, que es lo que estoy haciendo ahora, veintitrés años después, y sin tener tiempo.

Tuesday, August 01, 2006



Hola visitantes!

Me he propuesto mejorar y ampliar el contenido de mi Blogggg y aquí me tienen, llenándolo de cosillas que me parecen lindas o interesantes, o las dos cosas, o ninguna. "Poesía embarazada" y "Cosas sobre mí", son hijas de aquellos días de panza grande llena de hija. Ya llegaremos al hoy pero por ahora me gusta meter estos textos del pasado que no recordaba nítidamente. Es lindo eso de encontrarse siendo espectador de uno mismo, ¿no?.

Saluti y a no ser pudorosos y escribirme diciendo lo que se les ocurra siempre y cuando sean cuidadosos con las formas, claro.

Maca


P.D.: El dibu es de mi amiga Toto que es una genia porque sí y porque es mi amiga.

Cosas sobre mí

Las siete de la mañana es un horario irrazonable. Si hay algo que no me gusta es estar con medias y pisar agua porque después no sé qué hacer con los pies mojados; generalmente me dá fiaca cambiarme las medias. Tampoco me gusta ver pelos en el piso ni en el lavatorio del baño. Me encanta cocinar y aunque soy más amante de lo salado que de lo dulce, hacer tortas y galletitas me conmueve más que ningún otro plato, y ni hablar si las estoy preparando para la gente querida. Mientras preparo comidas, dulces o saladas, sueño y río como actos incontrolablemente románticos. Considero que el asado es lo más. Mi postre favorito es el arroz con leche que no siempre me sale como quiero que me salga. De chiquita me lo hacía mi abuela Emilia que murió hace unos diez años. La que tampoco está a mi lado es mi mamá y la extraño mucho. Ni bien se murió la soñaba dentro de pesadillas hasta que un día le pedí que por favor me ayudara a dejar de soñarla así, y lo hizo, como tantas otras cosas que hizo por mí desde donde está. (¿Dónde está). Hace poco empecé a soñarla de nuevo y en cada sueño le pregunto dónde vive, qué dirección tiene, cuál es su número de teléfono, y siempre me despierto antes de que me lo pueda decir. Es muy triste, lo sé. Soy extremadamente sensible y eso a veces me gusta y me viene bien, y a veces altera demasiado todo lo alterable que hay en mí. Ya no soy tan temperamental como lo era en la adolescencia pero las pocas veces que me enojo siento que puedo hacer cualquier cosa. Fui cambiando tanto a lo largo de la vida que son pocas las características de mi personalidad que puedo enunciar como definitivas. Me encanta leer y más me gusta escribir. Me siento escritora y alguna vez también me sentí actriz, pero nunca con tanta vehemencia. Me encantan las palabras como “plasticola”, “calcomanía” y “¡recorcholis!”. De chica me encantaba imitar a Liza Minnelli en la película Cabaret y me pintaba las uñas de verde como ella. Nunca las pude tener tan largas. También me gustaba hacer las coreografías de Flashdance o de Dirty Dancing y cobrarles a los parientes y amigos de mis padres que hacían de público. Una de las cosas que más extraño de mi familia son los asados debajo de la higuera que era la casa nuestra, la casa de juegos tan mía como de mis dos hermanos. Hasta que me enamoré sentía que la historia de mi vida era muy triste a pesar de mi fuerza y optimismo pero por suerte hace un tiempo, desde que Él llegó, siento que soy muy feliz. Me encantan las casas en general, hasta las feas, porque siempre me imagino qué les pondría o cómo las decoraría si me pertenecieran. No me gusta que se metan en mi vida ni la gente que opina sin saber. Me encantan los animales, más que nada los perros, pero tengo tres gatos. Así soy yo. Viví unos años en un departamento que sentía un palacio y que además lo era donde me encantaba recibir amigos, escuchar música y prender velas. Tuve muchos novios y dí muchos besos pero también estuve muy sola. No me gusta ir a la peluquería y pasar horas dentro de una pero cuando lo hago me siento tan bien con los resultados... Detesto depilarme con cera pero más detesto la maquinita. Tampoco me gusta que me hagan los pies porque me hace cosquillas; las manos es otro cantar. No sé manejar. No tengo paciencia para desenredar cadenitas enredadas. No soy dúctil para las manualidades. Hablo mucho y me encanta la comunicación. Canto desafinado pero me encanta cantar. La música fue, es y será una gran compañera. Los libros son mi perdición. La sonrisa de Diego es lo que más me enamora de él. Me encanta estar embarazada y tratar de imaginar como va a ser Violeta aunque siempre me viene una carita distinta. También me gusta imaginar el parto. No soy miedosa. No tengo malos sentimientos. No entiendo la maldad. Me gusta mucho el vino tinto y todas las comidas hechas con papa. De chiquitos mi mamá nos hacía mirar las nubes y nos preguntaba qué cosas creíamos que eran y una vez yo dije que una tenía forma de puré; esa anécdota me fascina. También me acuerdo que mi abuela Emilia roncaba y que a mí me daba risa, y que un día la tía Reme, hermana de mi abuela, bostezó tan grande que se le metió una abeja en la boca. También me gusta acordarme de las pequitas del pecho de mi mamá y de cuando se tiraba en la cama a que le hiciera mimitos en la espalda. La extraño cada día más pero, aunque parezca mentira, cada vez lo hago con menos dolor. Me gusta ser Cáncer y de Rancing aunque a la cancha no pueda ir muy seguido. Adoro a mis amigas, a las del colegio y a las demás; a veces cuando nos juntamos siento que somos capaces de construir casi todo lo que nos propongamos. Me encanta estudiar pero únicamente lo que me encanta estudiar. Odio los números y las ciencias exactas, me parecen una pérdida de tiempo en un mundo tan espiritual como este. Ya sé que este no es un mundo espiritual pero la frase me vino bien. No entiendo a la gente que es mala y me llama mucho la atención cuando son mujeres. Hay gente que me dá miedo, como los militares o algunos políticos u otros que no viene al caso mencionar. Tengo la sensación de que el mundo entero, pero más que nada mi país, está excesivamente contaminado como para mejorarse algún día. Soy todo lo generosa que puedo ser con la gente que quiero y a veces también con desconocidos. Cuando no tengo plata me siento insegura y no me gusta ser y sentirme así pero no lo puedo evitar más que por pequeños lapsos de tiempo. Viví muchas cosas y guardo en mi corazón experiencias intensísimas, pero ninguna es más grande que el amor. No hay con qué darle al amor, es la fuerza, la energía, la sensación más grande e imponente que existe. Creo mucho en las frases hechas como “El amor mueve montañas”, “El hombre es un animal de costumbre” o “El que se quema con leche ve una vaca y llora”. Me encanta tomar y dar clases de literatura y leer a Silvina Ocampo o a César Aira, me disparan la cabeza. Siento tanto placer como envidia cuando veo una obra de teatro muy bien actuada, por eso cuando no estoy actuando no me gusta ir al teatro. Quisiera llegar a ser muy viejita y morirme mientras estoy durmiendo. Me gustaría casarme con Diego alguna vez. Amo a Diego cada minuto de mi vida. (Él es muy grande). Ayer le compré un par de zapatillas en el nombre de Violeta, por el día del padre. Hace rato que quería poder celebrar el día del padre, qué suerte tengo ahora. No me gusta cuando la gente dice “Voy de Marta”, porque se dice “Voy a lo de Marta”. Tampoco me gusta que se monden los dientes en la mesa aunque la sensación sea placentera, que se limpien con el mantel o que se pasen el pan por alrededor de la boca. Mi sangre no me impresiona. Ver gente que se pega me hace muy mal, no lo resisto. Me molesta la gente que dice defender una causa noble y termina politizada. No entiendo la política. Me encanta ser mujer y que mi hija sea una nena. Sentir sus movimientos en la panza me vuelve loca de amor y tengo miedo de quererla demasiado y darle más besos de los que pueda soportar. Me gusta ir leyendo en el tren, en el subte o en el colectivo y reírme; la gente mira sorprendida, no está acostumbrada a eso. También me gusta hablar sola e ir cantando por la calle. Me agota que en las películas americanas siempre pase lo mismo. Me encanta ver televisión, incluso programas que detesto justamente por eso, también me encanta ir al cine. Soy muy curiosa y siento que todo me sirve para crear. No me gusta la gente que se relaciona por interés con los demás, ni los que se jactan de saber mucho, ni los que hablan por hablar. Me gusta que mi casa esté siempre limpia, linda y ordenada. Mi cuadro preferido es “Ulises”, lo pintó mi abuelo y vivió en cada una de mis casas. Estoy muy feliz por haber formado mi propia familia. Me encanta ordenar papeles y escribir cartas, y ni hablar de recibirlas. Uso muchísimo el mail pero me apena que con él se haya perdido la costumbre de escribir cartas a mano. La primer novela que leí entera en mi vida se llamó “Papaíto piernas largas” y se la recomiendo a todo el mundo. Mi juego preferido de la infancia fueron las barbies. Una de las cosas que más me ilusionan de tener una hija es que la voy a poder peinar como mi mamá me peinaba a mí. El flamenco y todo lo que tenga que ver con los españoles me conmueve. Creo ser fuerte y frágil a la vez y también creo que todos somos “un poco y un poco” de casi todo. Me encantan los papeles de carta, las lapiceras, los cuadernos y las calcomanías – me resisto a llamarlas stickers – y cuando me compro una planchita enseguida los tengo que pegar; no me aguanto. Toda la vida usé cartuchera. No me gusta saber todo el tiempo qué hora es. Me encanta viajar. La playa en invierno me gusta más que en verano y las montañas y el río siento que me elevan hasta hacerme volar. Puedo volar siempre que me lo propongo ya que creo que el mejor estímulo que tiene el ser humano es su mente. Creo que la mente controla todo menos las emociones demasiado fuertes. Me encanta el Fernet con Coca Cola, las bananas con dulce de leche y helados en cucurucho de frutilla al agua y chocolate con almendras, en ese orden. Odio salir a la calle sin perfume y soy capaz de volver para ponerme. A veces, cuando Diego me cocina, me dan ganas de llorar de emoción. Cuando se murió mi amigo Pancho dejé de creer en Dios pero hace un tiempo nos empezamos a amigar y eso me gusta. Hablo con mi mamá con la voz de mi mente muchas veces al día y estoy segura de que está conmigo. Disfruto reírme a carcajadas y por suerte lo hago bastante seguido. Me gustan mis ojos y mis manos. Soy coqueta pero siempre siento que no tanto como las demás mujeres. Me fastidia un poco que mis amigas insistan en depilarme las cejas, me gustan así, salvajes. Aborrezco el dentista aunque me haga sentir que soy resistente al dolor. Odio que me den anestesia. No me gusta sentir que el tiempo no alcanza y que las obligaciones nos superan. Sueño con una vida más natural, en un lugar más natural. Creo mucho en las energías y me interesa la astrología. Y también me gustan los días como hoy en los que leer a otros me inspira para escribir, en este caso sobre mí, y contarle al mundo que me siento muy feliz. Y por ahora nada más.

Poesía embarazada

Abro los ojos, sí, soy yo, pupilas dilatadas. La mañana nace junto a mí, cerca de los árboles que se mecen, cerca también de aquella infancia que alguna vez gané. Un nuevo sol pero el mismo barrio, miles de preguntas y formas nuevas y viejas a la vez. Un desayuno único que ahora siempre quiero vivir y compartir con dos ojos más de pupilas transparentes: ÉL.


ÉL se va y yo visto de rosa, el color de las nenas, llego a susurrar mientras la nena se mueve a causa del dulce de duraznos y el amor. Barremos haciendo del orden una estrategia familiar. Ella salta, mis ojos lloran, ÉL está impregnado en el espacio-tiempo. Ya no hay más tuyo ni mío, construimos desde un nosotros que ansía significar solidez. Pintada yo, peinada yo, bella soy (siento que nunca fui tan hermosa). ÉL se preocupa por pescar, cazar, y traer el alimento al hogar. Nosotras lo admiramos y como queremos ayudarlo más aumentamos el amor a cada paso. Más amor. Más pasos. Adelante, el camino.


Damos el paso uno, el saludo dos y unos mil millón besos que se despliegan por el aire haciéndonos sentir más que enamoradas, ¡enamoradísimas!.


Por la noche los chistes, las complicidades, los ya nos conocemos tanto... mientras los ojos se nos cierran, mientras no podemos dormir. Cada uno para un lado diferente y las colas pegoteadas y al aire y los hasta mañana pero... Hay tanto en que pensar, hay tanto que sentir... Hemos formado una intensidad sublime, ya incontrolable, acaso demasiado milagrosa como para ser comprendida. Pero por suerte es tarde para malos sueños y las nenas necesitan descansar así como ÉL, el hombre mío, olvidar sus preocupaciones. Estamos por ser tres, ahora, ya, mañana, hoy. Entonces decimos hasta mañana en una voz fuerte, y hasta mañana también respondemos cuando una vocecita intenta expresar un Buenas noches, papás, yo también los quiero mucho, en el instante en que ÉL y YO nos quedarnos dormidos.


14 de Julio de 2005

Thursday, June 29, 2006

No-Poesía


Cuando escribo poesía – suceso nada frecuente – siento que recorro mis bordes como si fueran los de un libro preciado que no acabo nunca de elegir y en consecuencia de leer.

¿Y si yo de verdad no quiero saberlo todo sobre mí?
¿Si ésta vez es en serio que busco algo diferente?

Pero claro que nadie me escucha ni nadie me lee. Y será tal vez porque lo de poeta no me sienta; cuentista, ojalá alguna vez novelista pero poeta... poeta no.

Esa carga, ese amor desmesurado y esa emocionalidad sonante y pesada y la imagen del que cae rendido a altas horas en los bares y escribe una frase que resume a la perfección la pesadumbres de los hombres o el amor extremo que grita y siente su alma y...

Y digo “no” aunque todo eso sea mentira. Y digo “no” aunque nada de eso exista.
Porque ESO igual seguro que no.

De todos modos nada es tan seguro y menos “en un mundo como este”, como decía mi abuela. Y yo ahora agregaría que tampoco en una casa como esta, ni en un barrio tan demencial y tan lleno de habladurías, ni en una mañana en la que de nuevo, otra vez y otra vez, habrá de enfrentarse a los buenos días, a las buenas tardes, a las buenas noches, y después al pasado con los padres y a la revolución solar y al rato empezamos con que yo, con que vos, y con que nosotros y nuestra historia y la historia de... Resulta agotador.

Me parece que ya no podremos más que sufrir y alegrarnos instintivamente.

Por eso digo – tal vez TE digo – que ando transitando el borde, la solapa que ojalá luzca un cuero espeso que marque mi silueta en un tono rosa viejo, porque ese es mi color de hoy.

Después caerá la noche en la que me abriré como siempre y en la que él – sólo él puede – recorrerá mis ojos con la punta de sus pupilas cuando nos digamos te amo y hasta mañana quizás más veces de lo necesario.

El uno para el otro bajo la oscuridad.

Ahora me abraza el silencio mientras mi voz más íntima susurra letras de canciones viejas hasta que se convierte en un llanto espeso, grande, lindo, sería un buen llanto de poetisa si yo lo fuera.

Al final el llanto y su melodía son siempre la poesía que nunca sé escribir.

Un payaso

En Belgrano hay un payaso que me mira
susurra bajito
“falta tanto para llegar a casa”

Me esperan los gatos
los míos
la tuya
la casa
nuestra.

Somos vos y yo,
y gatos,
y casa,
sólo vos y yo

Vos trabajás,
pones estantes y haces la comida
yo me arreglo para salir y gustarte

Miro el payaso
no tiene alegría
tampoco da miedo
“quiero llorar”
me dice
“llorar y llamarte”, pienso
para que escuches mis lágrimas
y me esperes desnudo
con zapatos más grandes que tus pies

Pasitos


Antes de salir quiero volver
estando fuera no sé llegar,
emprender el regreso
...regresar...

Válgame la vida en los pasos
los que voy dando y los que detengo
Pasos sin música
y de los otros,
...pasitos sin sueños...

Válganme estos pies
feos como la nada
necesarios hasta cansar
cansarme
del cansancio y de sus sombras
allá, detrás de las pisadas errantes
delante de aquel camino a seguir
...los pasos...

Quiero huellas,
marcas anteriores,
ejemplos fraternos y propios,
pasos ajenos, sanguíneos,
válganme los caminos ya recorridos
esos que no dejan lugar
para volver
...ni volvernos...

Pequeñeces


Pequeñeces

junto a mis duendes
miro observo veo
las sombras de lo que fui
las luces de lo que soy

no corro
si camino

vos estás conmigo,
adentro
acá
mirá
tocá

llego a la puerta de tu alma
me abren tus duendes
¡tan infantiles son!
¡tan graciosos son!

me invitan a pasar
me sacan a bailar
bailo paso

bebemos hasta marearnos
y queremos terminar rezando

hoy
los duendes todos morirán lento, lo sé
ahora
y despacio
la eterna muerte vital

mañana
los nuevos abrirán las nuevas puertas,
las del alma que tendremos juntos
vos y yo
mareados
mirando
abriendo

y más duendes

Monday, June 05, 2006

Conejitos


Recomiendo leer previamente "Carta a una señorita en Paris" de Julio Cortázar.

Es de mañana, son cerca de las ocho y media, llueve, y acabo de vomitar un conejito.

Estaba en el baño haciendo el primer pis del día, ese que te provoca más escalofríos que ningún otro, cuando de repente sentí aquella sensación inmejorablemente descripta por El Gran Julio y supe fehacientemente que vomitaría un conejito. No podía tratarse de otro tipo de animal ni de ninguna otra reacción física. No. Era, nada más y nada menos, que estaba a punto de vomitar un conejito por primera vez en mi vida. Y así fue, lo hice. Lo vomité. Vomité un conejito blanco y esponjoso.

Siempre que leí “Carta a una señorita en París” me quedé saboreando la belleza que me provocaba la combinación entre lo relatado por el autor admirado y mi percepción personal que, como se supone lógico, se condensaba dentro de mi boca, sobretodo entre mi lengua y mi garganta, dos bienes, por cierto, muy preciados para mí.

Pero esta mañana advirtiendo una vez más que lo irreal puede cobrar dimensiones reales y hasta incluso lógicas y evidentes, y aún así no pudiendo dar crédito de lo experimentado, sentí, además de suavidad en la garganta y cosquillas en la lengua, mucho pero mucho miedo, y extrañeza, y miedo y extrañeza juntos. Por un instante quise creer que era una señal de Dios que me estaba dando la bienvenida al mundo de los escritores y alguna otra estupidez por el estilo, pero enseguida descarté esa y cualquier otra teoría absurda ya que lo supuestamente absurdo se había convertido en lo real, en lo tangible, en el presente mismo de mi vida y de mi ser. Y entonces, poéticamente, sobre mi mano el pequeño conejito blanco (suave, dulce, cariñoso y juguetón como cualquier cachorro) me dedicaba su primera mirada, esa que le damos sin excepción a la madre, esa tan importante, tierna, primera, única, irrepetible... Entonces supe que todo había cambiado y que esa entrada al baño fingidamente igual a la de todos los días era muy diferente, un hecho tan único, irrepetible e inminente como un nacimiento.

Salir del baño y contarle a la familia lo sucedido desde ya hubiera sido – aún lo sería – un acto de cobardía. Debía – debo – hacerme cargo estrictamente sola de lo sucedido en mi cuerpo y en mi vida. Nadie tiene que saberlo jamás.


“Todo parece tan natural, como siempre que no se sabe la verdad”


En este momento el conejito, mi conejito, el que yo vomité (creo sentir también algo similar al orgullo) se está dejando llevar por el agua de los caños que viajan subterráneamente desde mi casa hasta converger en un agua general, en “el agua de todos” como dicen los del noticiero. Y si hay algo que me haría bien decir es que sé perfectamente que los conejitos no nadan y que los caños apenas si dejan lugar para la basura y el excremento “de todos”, pero aún así sé que mi conejito se está dejando llevar por el agua, mi pis de esta mañana, y demás fluidos que para qué detallar. Sus diez hermanos (en total siempre son y serán once) nadan en mi vientre con la intención de nacer lo más pronto posible. Siento nauseas y junto a ellas un irrefrenable miedo al cambio, a la nueva realidad irreal a la que, vaya uno a saber por qué, me está exponiendo la vida.


“Las costumbres, Andrée, son formas concretas del ritmo, son la cuota de ritmo que nos ayuda a vivir”


No puedo salir de baño, no puedo cerrar el libro, no puedo dejar de leer ese cuento, y no puedo seguir vomitando conejitos por más lindos que sean. Pero qué lindos son, y qué suaves. Quien pudiera cuidar de ellos dentro de un departamento... quien pudiera...


Es claro que no lo maté, ni al primero ni a sus hermanos, y también es claro que en mis palabras escondo mentiras y conejitos, conejos y mentiritas que crecen, todos, uno a uno, junto con mi desdicha.

“...ya adolescentes y llenos de urgencias y caprichos...”


Y sí, el final es conocido y es vano intentar una copia indefectiblemente peor. Lo único que varía es el sexo del cuerpo que ocupará más atención que esos diabólicos monstruitos casi todos blancos, casi ninguno mío.




Miércoles 31 de Mayo de 2006

Thursday, May 18, 2006

Éstas letras



Ahora ya no puedo escribir como antes, es cierto. De hecho ahora mismo, en éstas letras, escondo – manifestando – una velocidad que tiene que ver con Violeta, mi hija, quien gracias a Dios, en este momento, duerme. Todo hay que hacerlo rápido mientras ella duerme, justamente, porque cuando despierte, demandará la atención que demandan los bebés y yo tendré que sentarme a su lado a besarla, jugar con ella, conmoverme hasta las lágrimas por un gesto mínimo, limpiarle el culo o lo que me (nos) depare el destino más inmediato del día de la fecha.

Martes 16 de Mayo de 2006.

Rápido rápido rápido. No puedo escribir más rápido. Desearía, deseo, que quien lea esto en el futuro me viera escribiéndolo ahora, en el presente, porque juro que es un espectáculo digno de ver, pero eso, por ahora, es imposible. Ahora no. Ahora sí. Pero rápido.

La presencia de Violeta en mi vida hizo que ésta – mi vida – se llenara de alegría en casi todos mis rincones menos en ese que guardo en los estantes de la biblioteca y en los del alma que se me estruja cada vez que pienso en mi otro amor, en ella, en la añorada y siempre bien ponderada señora literatura. Y ahora mismo, otra vez en éstas letras, intento sacarla a pasear un poco o un rato o un poco rato, juego a acariciarla con las manos libres de hija aunque más no sea por algunos minutos que, por tales, limitan, encierran, pasan, me limitan, y me duelen, qué tanto. Y si naturalmente siendo artista se sufre y se goza con el mismo desgarro, imaginaos siendo además una madre de una beba de unos siete meses que ...pasan tan rápido... Sí, tan rápido como éstas teclas, como éstas letras, como ésta vida en la que si no creamos algo interesante apenas si dejamos rastros. Entonces quiero todo (en el fondo todos siempre queremos todo) pero todo no se puede, lo escuchamos mil veces y no obstante no nos queremos convencer.

“No, mi amor, todo no se puede, o vas a lo de tu amiguita o a lo de los tíos, una cosa o la otra, no vuelvas loca a tu madre ¿querés?”.

Y sí, las madres existen, entre otras cosas, para decir verdades y dejarse volver locas por los hijos. Pero claro, hoy la madre soy yo, y la frase citada ya no me la dice nadie, y ese cambio me hace confundir, entre otras cosas. Seguramente o no alguna vez termine de caer de boca o mentón sobre la realidad que envisto, sobre mi piso de mamá, pero vamos tranquilos. Uno se tiene que ir acostumbrando de a poco a las cosas, a los roles, a los cambios, porque todo junto no se puede, porque hay que ir por partes. Y ahí, acá, en éstas letras, es cuando esbozo un ápice de conciencia, cuando quizás llego a darme cuenta que ocupo el lugar ya mencionado, cuando digo frases como las que digo: todo tiene que ver con todo, tiempo al tiempo, siempre que llovió paró...

Un espanto literario tan real y necesario que, Dios mío, parece no tener fin.


Violeta aún no habla pero entiende más de lo que uno cree que entiende. Hasta me arriesgaría a decir que Violeta, algunas cosas, las entiende mejor que yo, más que su madre, más que su progenitora, más que su primer referente, más que su proveedora de alimento, más más más. Tenía ganas de usar mis variados nombres pero al final el que más me gusta siempre es mamá. No veo la hora de que me llame así pero... tiempo al tiempo ¿no?.

Entiéndaseme, no es fácil asumir en pocos meses que una es cuidadora y proveedora oficial (madre, báh) de otra persona que la necesita firme, sana, entera y madura – para empezar – siendo quien, del mismo modo que hoy nos convida de su galletita con la inocencia más pura de la hemos sido testigos, el día de mañana no sentirá remordimientos – como una no los tuvo o casi – a despedazarnos frente a una psicoanalista que encima considerará “brillante”. Como así tampoco es tarea sencilla vivir el hoy con la velocidad más veloz escondida en cada siesta o siestita que duerme, ángelita mía de mi corazón, libre aún de pecados, faltas y psicoanalistas, y parcialmente ignorante de la madre que le tocó en suerte, de la mamá escritora y llena de cosas, historias, angustias, penas, alegrías y virtudes, que aún así ella jamás verá como a cualquier ser humano porque es, nada más ni nada menos, que la madre que la parió.

Escucho su llanto y no es una mentira a fines de guión. Debo acudir a su llamado algo divino y algo agudo también. Escribo más rápido que nunca jamás. Pero sepan hoy que, evidentemente en éstas letras, escondo – manifiesto – mi amor hacia ustedes – éstas letras -. Porque a ustedes también las amo, mis chicas, mis letras, mis amigas, mis cómplices, mis cositas, aunque claro, ahora menos que a ella, que a mi vida, que a mi amor, que a mi tesoro, que a mi nena, que a mi mejor creación. Menos, mucho menos, porque en éste mundo no está permitido amar – y menos confesarlo – a algo tan intangible como un par de letras veloces y palabras fugaces que no dicen nada nuevo, ni nada lindo, ni nada que se pueda amar.


mamamaca