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Wednesday, March 26, 2008

Diario. Vacaciones en Villa Gesell, mes de marzo, año 2008

Ayer. Una máxima de playa: el musculoso camina acompañado de mujer de panza chata.

Hoy: bosque. La imagen familiar de esos cuatro me hizo sentir reconfortada. Matrimonio con dos chicos. La nena de pelo muy largo. Yo: tenía que hacer un placentero esfuerzo para recibir las gotitas de agua, livianas, sobre la cara. Cara al cielo, cuerpo en reposo, olor a eucalipto y ambiente de diversión, familia y esperanza. De todos modos me cuesta alejarme de los fantasmas. De los fantasmas vivos.

Más hoy. Martes. Recién me acuerdo de la fecha. 9 años… Te pregunto frente al mar si ya no fueron suficientes pruebas. Los hermanos, la no abuela, las piernas… ¿Cómo hago para ser menos permeable?. Nubes imposibles de blancas y grandes. Partes del cielo muy celeste. Esa casita naranja. Tan poquita gente. Piernas. Dientes. La nena más linda del mundo. Él que es grande y bueno y siempre quiere ahorrar. La nena lo disfruta fuera del tiempo real; andá a saber qué piensa, tal vez crea estar soñando… Y vos que no la conocés, que nunca le besaste la espalda ni le estiraste un rulito rubio. Qué zonza que te fuiste tan temprano… Un poco de humor entre lágrimas no le viene mal a nadie…

Violeta y Diego: se metieron al mar. Ahí vienen. Todavía no sé qué sintieron al estar juntos en un lugar así, tan inmenso. Viole tiene una amiga que es de su mismo tamaño y grita igual de alto.
Yo: afligida de repente por la mancha de la mujer. La mujer por siempre de herida abierta, de dolor cada tantos días. Adiós de momento al deseo de un nuevo hijo. Resignación por tiempo de imposible determinación.

¿Cuánto?
¿Cuándo?
¿Por qué ahora no?

Indudablemente éste no es tiempo de recompensas por algunos lados de mi planeta.


Días enteros de playa. Poca pero concentrada contemplación. Invasiones externas Telefónicas e incomprensibles. Pero lo nuestro, lo íntimo, lo propio, lo verdadero, quizás mejor que nunca. Diego me dijo que quiere tener otro hijo conmigo y desde entonces no puedo más que amarlo y amarlo y amarlo.

Hoy juntamos caracolitos con Violeta. Es una máquina de disfrutar: amigas por aquí y por allá y juegos con todo lo que tiene a la mano. La magnitud de la buena infancia que vive es proporcional al mar.

Sábado. Después de un helado frente al mar, antecedido por una siesta sin culpa, y anticipado por una zambullida perfecta en temperatura y oleaje, siento que las vacaciones son un período de amor más que de descanso. Una isla que se aleja de todas las rutinas. Un páramo que se planta entre la belleza natural y las ganas de compartir, de no pelear, de disfrutar.

Día de la mujer. La gente me llama demostrándome amor. Entonces, pienso con olor a sol en la piel, que algunas cosas debo hacerlas bien.

Violeta también es muy sociable, y hermosa, y bailarina, y feliz. Ahora duerme en brazos de su papá quien oficia de tal quizás como nunca antes. Los amo a los dos y le agradezco a Dios sus señales y sus regalos haciendo un dibujo que quizás nadie vea nunca.