Hoy tuve terapia, a las nueve y cuarto, pero arrancamos pasadas las y veinte. De la sesión no quiero decir nada – aún la información no ha decantado – lo único que quiero decir es que no me banco al portero del edificio de mi psico, a él en particular, pero confieso que en general es un rubro por el que no me suelen nacer sentimientos piadosos. Éste, como tantos otros, se hace el canchero y el poderoso, y si bien lejos está de ser realmente alguna de las dos cosas, ya ha adquirido un arte para desarrollar esa ficción que inmediatamente lo coloca donde quiere estar. Encima – y he aquí la principal causa de mi aborrecimiento – juega, cada vez que voy, a que no me reconoce. Voy todos los martes, lo veo y le digo “Buen día”, y él suele fruncir los ojos, ladear la cabeza y contestar algo así como “Eh... ah, sí... eh... ah vos sos la que... ah no, sos... eh... ¡ah!, una paciente de Silvina, qué tal, buen día, sí...”. ¡Forro!, me dan ganas de gritarle. Sabe perfectamente quien soy, como yo sé perfectamente quien es el: un portero más que no me banco. Pasado el trance del saludo y del no-reconocimiento hacia mi persona, me sugiere siempre tocar el timbre, y yo siempre le respondo “Sí, claro”, y con la voz que debería poder sacar afuera digo “Como si hubiera otra cosa para hacer”.
Hoy, movida por su inmejorable consejo, toqué el timbre, y como mi psico no me contestó enseguida el hombre vino a mí con cara de alegría, y empezó a arrojarme palabras varias, ninguna, claro, de mi interés. “Debe estar atendiendo, es que ella tiene muchos pacientes, pero espérela acá porque los propietarios ya me tiraron la bronca porque hago pasar gente que espera en el palier y además de incómodo es peligroso, ¿no le parece?. Ojo, eh, no quiero decir que usted sea peligrosa aunque si va a una psicóloga ¿no?... jeje... ¿no?”. “NO”, le dije, pero un NO rotundo, grande, que en realidad significó “¿Y a vos quién te dio vela en este entierro, tarado?”, pero él siguió con sus cosas como si nada, o peor, siguió trabajando, limpiando sobre lo limpio, con una sonrisita que expresaba que había logrado su objetivo: el de molestarme. Algún día seguramente le voy a decir algo; algún día, seguramente, lo mande a cagar. Quienes me conocen saben que tarde o temprano termino vomitando las palabras sin filtro por las que con frecuencia siento tanto temor que a su vez se ve opacado por la educación y las buenas costumbres. Es un embrollo de sentimientos y herencias educativas que detesto tanto o más que a quienes me los provocan.
Después me reí sola, mientras esperaba, porque me acordé de un texto que escribí hace tiempo que trataba de un portero – ahora lo publico – como así también me acordé del portero de mi otra psicóloga, de la anterior, que me saludaba con un beso. Sí, con un beso. Todo comenzó el día que me dijo “Hola, Macarena, salúdeme porque hoy es mi cumpleaños”, y entonces yo, Macarena – él sabía mi nombre aunque nunca me lo había preguntado – le di un beso, tal vez hasta una palmadita en la espalda y todo, y a partir de allí nunca más pude dejar de saludarlo. Con un beso. Apenas me veía aparecer se apuraba para abrirme la puerta, darme el beso que quizás más me ha incomodado en la historia de mis besos, correr hacia el ascensor, abrir y cerrar la puerta del mismo, y sentarse a trabajar otra vez, igual que antes, pero sintiéndose diferente por esa suerte de victoria que sé fehacientemente sentía cada vez que me acorralaba en su atípico saludo de portero-paciente de la psicóloga del sexto “D”. ¿Cómo se le dice a una persona “no te quiero saludar más con un beso”?. Si, ya sé, se debería poder decir así, sin más, pero a veces no se puede, y es ahí donde resuenan en mí otra vez las palabras buenas costumbres o buena educación. Y si de buenos se trata yo puedo ser un (buen) ejemplo, porque a pesar de sentir cierto tipo de odio hacia el gremio “encargados”, los sigo saludando con sonantes “Buenos días”, y luego les dedico textos que, como puede apreciarse, no consiguen ponerlos en el lugar de “malos” o “equivocados”. Mala y equivocada soy y estoy yo. Pero soy de educada, mirá...
TEXTO
Ejemplo de comportamiento de un portero del barrio:
- Disculpe el atrevimiento señorita pero ¿a qué departamento viene?.
- Al tercero seis, a ver a la señorita Tatiana.
- Ah sí, pero ella no está, salió un momentito; y dicho sea de paso, me dejó dicho que si venía alguien le pidiera que la esperara. ¿Usted la puede esperar?.
- ¿Cuánto va a tardar, sabe?.
- Y no... Imaginese que yo no puedo contestarle una cosa así, pero no creo que vaya a tardar mucho considerando que dijo que volvía en un rato; además si ella la citó seguro que está al caer. ¿Usté viene por el alquiler de la habitación, no?.
- Sí.
- Es un lindo departamento, y la señorita Tatiana es muy buena chica, muy educada, no creo que vayan a tener problemas. Usté también parece así... como ella... modocita ¿vio?.
- Ah... gracias.
- No, no hay porqué mija, no es un cumplido, es lo que está a la vista. Ya le digo, la señorita ha de estar al caer y no hay problema de que la espere acá. Ella es una chica muy buena, muy estudiosa, el año pasado sacó las mejores notas de la facultá. ¿Usté sabe lo que estudia ella?.
- No, no la conozco, yo vine por el aviso...
- Entiendo, pero no se preocupe porque como le digo ella es una chica bárbara, simpática, educada, sociable. Estudia filosofía. De acá no entra ni sale sin saludar, y eso que no tiene porqué ya que imaginese que en un edificio tan grande hay de todo, gente educada y gente que mejor perderla que encontrarla, y los que saludan son los menos, además los jóvenes son más maleducados que los adultos así que lo de la señorita Tatiana vendría a ser una excepción ¿me entiende?.
- Sí, claro. Mire señor, yo la voy a esperar en el bar de la esquina, si usted me hace el favor de avisarle que estoy ahí cuando ella llegue...
- Yo no tengo problema pero permitame decirle que en ese bar son unos ladrones. Le van a querer cobrar un ojo de la cara por un té, un café, una gaseosa o lo que vaya a tomar; yo sé lo que le digo. Hace más de veinte años que trabajo acá, toda una vida, y a esos los conozco bien, son unos chantapufis. De acá, del edificio, no va nadie porque la gente se curó de espanto, ya sabe: el que se quema con leche ve una vaca y llora. Así que usté haga lo que quiera pero yo le advierto, por las dudas, aparte le digo que no hay problema que espere acá, en el hall, y si no la invito a pasar a casa a charlar con mi señora es porque ella está trabajando y yo no puedo dejar la puerta que si no...
- No, está bien, muchas gracias pero no hace falta. Le pido por favor si le avisa que estoy ahí, en el bar, de todas maneras me voy a tomar un café chico y para eso tengo. Gracias.
- Haga como quiera, pero el zorro sabe por viejo pero más sabe por zorro y por algo le digo lo que le digo. Ustedes, los jóvenes, nunca escuchan a los adultos y así les va después. Yo no le quiero decir que a usté le va a ir mal pero...
- Está bien, gracias, hágame el favor de avisarle a Tatiana ¿sí?.
- Como quiera señorita, ¿su nombre?.
- Mili.
- De Milagros.
- No, de Milanta.
- ¿Usté se llama Milanta? ¿qué nombre es ese?. Nunca lo había escuchado.
- No, es original...
- Más que original es de remedio, ¿no hay un remedio que se llama así?.
- Sí, creo que sí...
- Mi mujer lo toma, ella toma muchos remedios porque tiene problemas de salú ¿sabe?, es muy inestable la pobre. Pero eso le pasa por trabajar tanto, ella le limpia a la gente de acá, es la doméstica del edificio.
- Ah, qué bien. Bueno señor, gracias por todo, nos vemos en un rato.
- ¿Insiste con ir a ese bar?. Hagame caso, señorita, hagame caso... Hay que escuchar a la gente grande, a los que saben, le van a cobrar cualquier cosa y después se va a arrepentir de no haberme llevado el apunte. Quedese acá que no hay problema, además la señorita Tatiana ya le digo, ha de estar por llegar, no debe haber ido muy lejos. Ella estudia nomás, los padres la mantienen, son de Bahía Blanca ¿sabe?.
- Ah...
- Pero no se quede con esa cara, no es que yo no la deje ir al bar, usté haga lo que quiera, ya es grande, pero le van a sacar todo por cinco minutos que mejor se los pasa acá hablando conmigo que no seré una gran compañía pero tengo linda conversación, y eso no lo digo yo, lo dice la gente que vive acá. Para que se de una idea la señora del doce siempre me viene a charlar de mañana y nos quedamos una hora, a veces un poco más, conversando sobre el tiempo, la gente, la vida, sobre las cosas que uno conversa ¿no?.
- Claro...
- ¿Usté no es de acá, no?, no tiene pinta de porteña.
- No, soy de Ramallo, provincia de Buenos Aires.
- Sí, conozco, mi mujer es de San Pedro. Lindos lugares esos. Pero claro, es como dice el dicho “Pueblo chico infierno grande”, además si usté quiere estudiar, desarrollarse, ser alguien en la vida, tiene que vivir acá, en la Capital, porque allá no hay oportunidades...
- Mmm...
- Usté debe estar pensando que cómo habla este viejo pero eso es porque es joven y todavía no se dio cuenta.
- ¿De qué?.
- Del asunto de las palabras, de la comunicación. Si nosotros, los seres humanos, no charláramos entre nosotros, no quedaría nada. La mortaja no tiene bolsillos, mija, y uno tiene que hablar, conocerse, saber de los demás, porque siempre se necesita de los otros. Además, como dicen, el saber no ocupa espacio...
- Claro...
- ¿Es la primera vez que viene a Buenos Aires?.
- No, yo vivo acá hace tres años, pero me quiero mudar.
- ¿Problemas?
- No, pero la chica que vive conmigo se puso de novia y anda con ganas de convivir así que yo tengo que irme.
- Un poco desagradecida ¿no?, ingrata que le dicen... seguramente cuando usté le alquiló la pieza a ella le vino muy bien...
- Sí pero ahora ya no, es la ley de la vida...
- ¿Y usté no tiene novio?, permitame, con todo respeto, es muy linda...
- Gracias, pero no, no tengo novio.
- ¿Y la chica que vive con usté es linda?.
- Más o menos.
- Y sí, era de esperarse...
- ¿Por qué?.
- La suerte de la fea la bonita la desea, mi madre siempre lo decía, era una mujer muy sabia. Nosotros tampoco somos de acá, somos italianos. Yo nací y a los veinte días ya me trajeron pero tengo la ciudadanía italiana y mi sueño es viajar para allá y conocer el lugar de donde vengo, de donde viene mi familia.
- Ojalá se le de.
- Sí, ojalá. Ah no, le pido por favor que no, que no me fume acá en el pallier porque me deja todo impregnado y después no lo saco ni con lavandina.
- Voy al bar ¿sabe?, así no lo molesto.
- Usté no me molesta, me molesta el cigarrillo. Yo fui muy fumador, fumaba tres atados por día, negros. Pero hace diez años que dejé y ahora no soporto el olor, pero más que nada se lo pido por los habitantes, los inquilinos y los propietarios, porque después me tiran la rabia a mí, vió cómo es: el portero tiene la culpa de todo. No sienta que la estoy echando, usté me cae muy bien, pero fume acá en la puerta, no me fume adentro, es lo único que le pido. Además, quiere que le diga, no me gustaría que entre al bar de esos ladrones, ahí sí que se fuma y cómo...
- Bueno está bien, espero un poco más.
- Sin fumar.
- Bueno, sin fumar.
- La señorita Tatiana no fuma y seguramente no va a querer que usté fume dentro del departamento, pero en vez de vivirlo como un problema acepteme el consejo y aproveche para dejarlo de una vez por todas. ¿Hace mucho que fuma?.
- Desde los dieciséis, tengo veintidós.
- Una eternidá, mija, tiene que largarlo, ¿usté no lee que es perjudicial para la salú?.
- Si pero...
- Pero nada, con el cigarrillo hay que ser drástico, de un día para el otro hay que decir no fumo más y no se fuma más, y listo. La gente se cree que es difícil pero es como todo, hay que acostumbrarse y sanseacabó.
- Yo por ahora no quiero dejar...
- Va a tener problemas con Tatiana, yo sé lo que le digo, ella es muy buena pero si deja de serlo... hay que tener cuidado. Es como mi señora, ella es un amor pero no le vayas con un martes trece porque te lo tira por la cabeza, a mí hasta ha llegado a levantarme la mano.
- ¿Cómo?.
- Sí, no vaya a creer que es golpeadora, es un pan de dios mi esposa, pero más de una vez yo me he puesto pesado y ¡zácate!, me dio una cachetada que me dejó girando como un trompo.
- No lo puedo creer, yo detesto la violencia.
- Yo también, no crea, y mi señora también, sólo que a veces uno reacciona como menos se lo espera. Ya le va a pasar, después de treinta y tres años de matrimonio las cosas cambian mucho y todo por lo que uno dijo de esta agua no he de beber, se lo traga con o sin embudo ¿me entiende?.
- Sss...
- Claro, usté no puede entender mucho porque es muy joven, pero ya la vida se va a encargar de hacerle comprender porqué pasan las cosas. Yo, cuando la conocí a mi señora, era un pibe y trabajaba de cadete en la ferretería de un tío mío, del tío Oscar, y él me decía “Ojo José que la bruja esa es peligrosa, no te enganches”, y yo no le hice caso y acá estamos... treinta y tres años de casados.
- Pero entonces tan mal no le fue...
- Y... usté vió cómo son las cosas, todo depende de qué lado se las mire. Mi señora es muy buena, si se muda acá ya la va a conocer aunque a la casa de la señorita Tatiana no vaya, porque ella siempre anda de un lado al otro, con hormigas en el culo como le digo yo si me disculpa la expresión. Pero así y todo, con lo buena que es, también se nota que tiene su carácter pero eso es bueno, es muy bueno, porque alguien tiene que llevar los pantalones, dirigir la batuta ¿me comprende?. Yo a mi señora la adoro, la amo ¿sabe?, pero yo llamo a las cosas por su nombre y ella no es la madre Teresa de Calcuta ¿me entiende?. Yo tampoco soy un santo, le digo la verdá, pero al lado de ella tal vez soy mejor persona, pero eso no lo tengo que decir yo, eso lo tiene que decir la gente. Usté le puede preguntar a cualquiera de los de acá, a cualquiera de los habitantes, y va a ver que le hablan maravillas de mí, porque yo soy encargado de este edificio hace más de veinte años y nunca he tenido una queja, ni un sí ni un no con nadie. Y eso no es común, siempre hay problemas y más con el portero, pero yo no doy motivos. No me gusta meterme en la vida de nadie y no me gusta que nadie se meta en la mía.
- Buenas tardes José.
- Buenas tardes señora Elena, ¿cómo anda?.
- Lo más bien por suerte. ¿Llegó la luz?.
- Sí, acá tiene, veintidós pesos, dos menos que el mes pasado...
- Es que no estuve el fin de semana...
- ¿Anduvo paseando?.
- Sí, fui a lo de mi hermana, a Virreyes.
- ¿Todo lindo?.
- Sí, por suerte... ¡Los sobrinos están de grandes!.
- Me imagino... me imagino... ¿y su esposo cómo anda?, hace días que no me lo cruzo.
- No José, pensé que sabía, se fue.
- ¡Uh!, disculpeme, no sabía nada...
- No, está bien, no tiene porqué saberlo, nos separamos.
- ¡Qué desgracia, después de tantos años!.
- Sí, una pena, pero la vida es así, todo lo que empieza termina ¿vio?.
- ¿Y los hijos qué dicen?.
- ¿Y qué van a decir?, están tristes. Pero bueno, la interna del matrimonio sólo la conoce la pareja.
- Si lo sabré...
- Por eso... Bueno José, gracias, nos vemos.
- Nos vemos doña Elena, que le vaya bien y lo lamento. Disculpeme, en serio, no sabía nada.
- Está bien, José, no se haga problema. Hasta luego.
- Hasta luego.
- ¿No le digo?, pasa de todo en la vida, en el mundo, uno ni se imagina las cosas que pueden ocurrir, ni siquiera dentro de su propia casa. Yo sabía que se había separado, me lo había comentado la del doce, pero quería asegurarme ¿vió?, saberlo por la propia boca de doña Elena, porque más vale saber las cosas por buena fuente que por boca de ganso... Este es el matrimonio número quince que se separa en el edificio, ¿puede creer?. Pero no se asuste, eh, también se casaron varios. Ahora justamente hay dos parejitas de recién casados, una vive en el octavo y la otra en el décimo. Son muy simpáticas, las chicas sobre todo, los muchachos más o menos. Uno es técnico electrónico y el otro es hijo, ¿me entiende, no?. de familia de plata, de esos que no necesitan laburar... Qué se le va a hacer, hay gente que nace con estrella y otros estrellados. La señorita Tatiana también es mantenida pero los padres son gente de trabajo, buena gente, no son empresarios ladrones como los padres el muchacho éste, del octavo. Esa sí que no es buena gente, yo sé porqué le digo lo que le digo. No soy de hablar por hablar. El padre es el dueño del departamento pero tiene tantos que ni debe saber dónde quedan. Éste se lo regaló al hijo cuando se casó pero la chica me dijo que es un miserable porque tiene otros más lindos y mejor ubicados y éste se lo dió como quien le da una moneda a un chico de la calle ¿me entiende?. De todas maneras la chica está agradecida porque tampoco tiene porqué regalarle nada a nadie pero escúcheme, si al hombre le sobran las propiedades ¿qué le costaba darle al hijo, a su propio hijo, una de las mejores?: nada. Pero la gente es así, qué se le va a hacer. Algunas personas son generosas y otras no caminan por no gastar la suela del zapato ¿vió?. Yo no tengo hijos, mi esposa no pudo quedar nunca, pero si los tuviera les daría todo, hasta lo que no tengo y no es una manera de decir. A mí me hubiera encantado tener hijos pero vió cómo son las cosas, dios le da pan a quien no tiene dientes. ¿Y sabe por qué le digo esto?, porque yo gracias a mi trabajo tengo la oportunidá de ver madres con chicos todo el tiempo ¿y quiere que le diga?, son más las malas que las buenas. Y eso no lo digo solamente yo, lo dice todo el mundo, sobre todo de la chica de acá, del segundo ocho, esa sí que no tiene idea de lo que le dio la vida. Mi señora siempre me dice que se lo sacaría de las manos sin importarle la justicia ni nada. Claro que de lo que uno dice a lo que finalmente hace hay un largo trecho que nunca se termina de recorrer pero usté debe entender la idea. La chica ésta le pega a la criatura, le levanta la mano, le grita, usté no sabe las cosas que le hace. El nene tiene menos de tres años y ninguna persona se merece un trato como ese y menos de su propia madre ¿no le parece?. Yo le digo la verdá: a mí también más de una vez me dieron ganas de sacarle al nene, de robárselo como quien dice, pero bueno... eso no se puede hacer. Mi señora, que como le dije tiene su carácter, si fuera la madre de la chica la hubiera fajado más de una vez, pero uno desde el lugar que ocupa no puede hacer nada. Dónde se ha visto que los porteros o las domésticas eduquen a los inquilinos. Porque ellos son inquilinos, no son propietarios, acá por suerte todos los dueños son gente muy buena, menos ese que le dije antes, el padre del chico del octavo, pero ahí lo que cuenta es que vive ésta parejita porque el tipo, el dueño, acá no viene nunca, y mejor así. La última vez que vino me encaró por una pérdida del baño que yo imaginese que no tenía la menor idea, ni que yo andara metiéndome en los departamentos. Si me meto, después me tiran la bronca porque no avisé y así es todo, un círculo de problemas de los que uno no se puede hacer cargo. Yo no le arreglo nada a nadie, al principio lo hacía, pero después me di cuenta que era para quilombo, si me disculpa la expresión, porque una vez que uno le arregló algo a un habitante, ahí le vienen todos los demás con que una canilla, un cuerito, un vástago, y ahí sí que no hay portero que aguante. Yo tengo que ocuparme de la puerta, esa es la prioridad, y más en estos tiempos con lo mal que vivimos ¿entiende?. Y no dejo entrar a nadie, noseñor, a nadie sospechoso y siempre que olfateo algo raro enseguida llamo a la comisaría que está acá en la otra cuadra. Los muchachos ya me conocen y saben que soy de los que piensan que más vale prevenir que curar, claro que tampoco es cuestión de andar llamándolos todo el tiempo ¿me comprende?. Uno de los muchachos, de los oficiales, es amigo mío, y cuando no tiene nada que hacer se viene para acá a conversar conmigo. Siempre se trae unas empanadas o unas masitas, siempre cae con algo, es un buen muchacho. Yo le cebo unos mates y conversamos, me cuenta de los robos, de las violaciones, no son muy lindos temas pero hay que estar informado, no es cuestión tampoco de querer saber únicamente lo lindo porque lo otro también es parte de la vida. Justo vino antes de ayer, qué casualidá, pero fue la primera vez que no trajo nada. Es que a veces no le da la cara ¿me entiende?. Ellos, los policías, pueden manguear pero tampoco se pueden pasar de vivos porque si no la gente del barrio comenta y en el peor de los casos puede ir a la comisaría y levantar un acta. El año pasado el almacenero de la calle Sufriategui lo hizo y suspendieron a dos muchachos, a los que hacían la recorrida, por mangueros. Claro que el tipo después cerró porque lo afanaban cada dos por tres, llegó a tener tres asaltos en una semana, y eso que a mí no me vengan a decir que no fue una botoneada porque no lo creo, eh. Y mire que el oficial que le digo es amigo mío pero no por eso tengo que hacer ojos ciegos a las cosas que pasan. Acá, en la Argentina, todo el mundo sabe que la mayoría de los canas está al pedo, y disculpeme la expresión, andan mangueando sin ton ni son, sino imaginese que no habrían los robos que hay... Pero bueno, ¿qué puede hacer uno desde el lugar que ocupa?: nada, salvo que se quiera meter en problemas ¿no?, pero ahí ya es otro cantar.
- Buenas tardes José.
- ¿Qué dice señor Osvaldo, cómo anda?
- Yo muy bien ¿y usté?
- Bienbien por suerte. ¿Su señora?.
- Bárbaro, gracias. ¿Alguna novedad?.
- No, ninguna.
- Que siga bien entonces.
- Igualmente, nos vemos.
- Adiós.
- El señor Osvaldo es muy correcto, ese habitante sí que da gusto tenerlo. Es un muy buen vecino. Todas las mañanas compra el diario y lo lee en la plaza, yo lo veo.
...
- Uy, mire, ahí viene Tatiana...
- Hola José.
- Señorita Tatiana, ella es Mili, pero viene de Milanta, no de Milagros como se debe estar imaginando, la estaba esperando.
- Hola.
- Hola ¿cómo estás?. ¿Subimos?.
- Por favor.
- Bueno José, muchas gracias, no me la habrá asustado ¿no?.
- ¡Qué esperanza señorita Tatiana, apenas si cruzamos unas palabras!. Ahora las dejo, tengo mucho que hacer y esta chica ya me entretuvo de lo lindo. Ojalá se entiendan, que tengan suerte.
- Gracias.
- Gracias.
- No hay de qué, nos estamos viendo. Después me cuentan.
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