Abro los ojos, sí, soy yo, pupilas dilatadas. La mañana nace junto a mí, cerca de los árboles que se mecen, cerca también de aquella infancia que alguna vez gané. Un nuevo sol pero el mismo barrio, miles de preguntas y formas nuevas y viejas a la vez. Un desayuno único que ahora siempre quiero vivir y compartir con dos ojos más de pupilas transparentes: ÉL.
ÉL se va y yo visto de rosa, el color de las nenas, llego a susurrar mientras la nena se mueve a causa del dulce de duraznos y el amor. Barremos haciendo del orden una estrategia familiar. Ella salta, mis ojos lloran, ÉL está impregnado en el espacio-tiempo. Ya no hay más tuyo ni mío, construimos desde un nosotros que ansía significar solidez. Pintada yo, peinada yo, bella soy (siento que nunca fui tan hermosa). ÉL se preocupa por pescar, cazar, y traer el alimento al hogar. Nosotras lo admiramos y como queremos ayudarlo más aumentamos el amor a cada paso. Más amor. Más pasos. Adelante, el camino.
Damos el paso uno, el saludo dos y unos mil millón besos que se despliegan por el aire haciéndonos sentir más que enamoradas, ¡enamoradísimas!.
Por la noche los chistes, las complicidades, los ya nos conocemos tanto... mientras los ojos se nos cierran, mientras no podemos dormir. Cada uno para un lado diferente y las colas pegoteadas y al aire y los hasta mañana pero... Hay tanto en que pensar, hay tanto que sentir... Hemos formado una intensidad sublime, ya incontrolable, acaso demasiado milagrosa como para ser comprendida. Pero por suerte es tarde para malos sueños y las nenas necesitan descansar así como ÉL, el hombre mío, olvidar sus preocupaciones. Estamos por ser tres, ahora, ya, mañana, hoy. Entonces decimos hasta mañana en una voz fuerte, y hasta mañana también respondemos cuando una vocecita intenta expresar un Buenas noches, papás, yo también los quiero mucho, en el instante en que ÉL y YO nos quedarnos dormidos.
14 de Julio de 2005
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