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Friday, August 25, 2006
Me encanta que la gente escriba. Es tan lindo saber que la gente está del otro lado. Y ojo que cuando digo “la gente” me refiero a los grandes amigos, a esos que están siempre, que son como el sol, que aunque no los veamos siempre están, y que además, como si fuera poco, brillan y brillan. ¡Uy, qué incandescentes son!. Y ojo que no es un juego de palabras, eh, es un hecho, y también una alegría, claro, porque tener amigos es re-grosso, es una de las cosas más grossas que te pueden pasar en la vida, locos, y yo soy una privilegiada en eso porque tengo amigos re capos que me quieren y me cuidan y me tratan bien incluso los días que estoy como loquita, escribiendo cualquier cosita. ¡Qué locos lindos somos todos, che!, ¡carajo mierda!. Así que gracias, en serio, gracias por ser como son, por ser la luz que brilla en la oscuridad y por tenderme siempre una mano – amiga – en los momentos en los que todo se desmorona, o en aquellos otros en los que levantar un vaso de birra con manice´s flotando dentro, es una religión impostergable que ruega ser rezada una y otra vez, paso a paso, sorbo a sorbo.
Sepan que los quiero y que siempre los querré, pase lo que pase, porque así nos dejáramos de ver, ustedes vivirían en mi recuerdo como aquellas personas que tanto quise y me quisieron. Son lo más, locos, y tengan en cuenta que yo también estoy siempre que me necesiten, en serio, así sean las tres de la mañana de una noche de invierno, me pueden llamar, posta, yo no soy de las que hablan por hablar y eso ustedes lo saben y en parte por eso son mis amigos. Bastará con que me digan “Negrita, te necesito”, para que yo esté ahí, al pie del cañón o de donde estén, para prestarles mi oreja para que la mastiquen y se saquen los nervios provocados por algún amor que si se portó mal, es seguro que no los merece. Porque ustedes se merecen todo, chiquitines, todo-todo, bocha de cosas del mundo, pero del mundo lindo, del mundo bueno, de ese mundo que sin querer, con nuestra amistad, construimos a diario. Ustedes son mi granito de arena o de mostaza como dice esa canción cristiana que nunca entendí pero tantas veces canté. Gracias otra vez, en serio, me conmueven con sus presencias y con todo lo que tenga que ver con sus personas. Porque ustedes son súper importantes y ocupan un re-lugar en mi corazoncito algo agrietado por la vida loca que llevamos, esa vida loca que a veces, la muy turrahijaeputa, no nos da tiempo y espacio para decirle a los amigos, del modo más patético pero no por eso menos efectivo, que los queremos.
Los quiero, y quiero que siempresiempresiempre lo tengan en cuenta ¿saben?
La amiga Maqui, una loca linda...
Tuesday, August 22, 2006
Monday, August 21, 2006
Sigo viviendo en el barrio de Florida, es increíble que eso sea así...
En este instante me estoy debatiendo entre bajar a hacerme unos ricos mates o escribir, y si bien sería fabuloso - ¡fabuloso!, ¡qué gran palabra! – hacer las dos cosas, no puedo pensar en perder este instante en el que disfruto de escribir aunque no sepa sobre qué hacerlo.
Afuera hay un sol divino de feriado alegre y frío, adentro mis amores descansan presas de una siesta sanmartiniana, y en la casa toda se respira un invierno familiar que también me parece increíble. Sí, también sigo viviendo en la misma casa.
Lejos ya de algunos maltratos del pasado escucho anonadada las peleas de los vecinos, de los de enfrente y de los de al lado – al lado debería escribirse todo junto -, y me pregunto cómo pueden convivir maltratándose algunas personas. Eso de que la vida es corta es bien sabido por todos, todos lo decimos y somos tan pocos los que solemos tenerlo en cuenta... Pienso que siempre hay que elegir el amor y el respeto y al decirlo siento que las obviedades se apoderaron de mis ideas y de las ideas que quiero escribir ésta tarde de lunes feriado. Pero si es así ¿qué?, ¿acaso no está bueno de vez en cuando volver a los dichos del tipo de siempre que llovió paró o nunca es tarde si la dicha es buena?. A mí me gustan esas palabras, y por lo general me hacen bien, me consuelan. Creo que ese es el fin, el objetivo de los dichos populares y de las frases hechas. Me encantaría ser la inventora de muchos, pero sobre todo de los que ya están inventados.
Van a ser las cinco de la tarde y en breve el día enloquecerá oscureciéndose y poblándose de grititos graciosos, palabras incomprensibles, y la sorpresa enorme de ver a esa hija tan grande, tan inmensamente grande. Es que el tiempo pasa volando, me digo, en el instante en que me convenzo de que lo mejor es, fue y será bajar a hacerme unos mates. Tá luego.
En este instante me estoy debatiendo entre bajar a hacerme unos ricos mates o escribir, y si bien sería fabuloso - ¡fabuloso!, ¡qué gran palabra! – hacer las dos cosas, no puedo pensar en perder este instante en el que disfruto de escribir aunque no sepa sobre qué hacerlo.
Afuera hay un sol divino de feriado alegre y frío, adentro mis amores descansan presas de una siesta sanmartiniana, y en la casa toda se respira un invierno familiar que también me parece increíble. Sí, también sigo viviendo en la misma casa.
Lejos ya de algunos maltratos del pasado escucho anonadada las peleas de los vecinos, de los de enfrente y de los de al lado – al lado debería escribirse todo junto -, y me pregunto cómo pueden convivir maltratándose algunas personas. Eso de que la vida es corta es bien sabido por todos, todos lo decimos y somos tan pocos los que solemos tenerlo en cuenta... Pienso que siempre hay que elegir el amor y el respeto y al decirlo siento que las obviedades se apoderaron de mis ideas y de las ideas que quiero escribir ésta tarde de lunes feriado. Pero si es así ¿qué?, ¿acaso no está bueno de vez en cuando volver a los dichos del tipo de siempre que llovió paró o nunca es tarde si la dicha es buena?. A mí me gustan esas palabras, y por lo general me hacen bien, me consuelan. Creo que ese es el fin, el objetivo de los dichos populares y de las frases hechas. Me encantaría ser la inventora de muchos, pero sobre todo de los que ya están inventados.
Van a ser las cinco de la tarde y en breve el día enloquecerá oscureciéndose y poblándose de grititos graciosos, palabras incomprensibles, y la sorpresa enorme de ver a esa hija tan grande, tan inmensamente grande. Es que el tiempo pasa volando, me digo, en el instante en que me convenzo de que lo mejor es, fue y será bajar a hacerme unos mates. Tá luego.
Friday, August 18, 2006
Y no... No escribo aquí todos los días, lamentablemente no me da el tiempo para hacer semejante cosa. Pero ojo, eh, me encantaría poder hacerlo. Pero no puedo. Igualmente no me quejo, llevo una vida más que feliz y cada vez me va mejor con mis amigas las letras. Es que nos queremos mucho y nos respetamos todo: el mal humor, la falta de ganas, las ojeras, los chistes que no sabemos contar, todo lo que no podemos decir y sobre todo, la falta de tiempo.
Eso, el tiempo o en su defecto su ausencia, es algo que nos infunde un respeto sin igual. Casi que a veces podemos personificarlo y dependiendo de cómo estemos lo vemos lindo-lindo como un duendecito de esos que dibuja Liniers, o feo-feo como el portero del edificio de Maipú y San Martín, sobre Maipú, al lado de la mueblería, que tiene una cara tan impresionantemente asustadora que, te juro, llega a asustarnos – a mí y a mis letras – y lo que es peor, logra ocupar un espacio en la mente que después nos cuesta correr. A las pruebas me remito: me quejo de que no tengo tiempo para escribir y cuando me siento a hacerlo no hago más que perderlo hablando de cosas que no tienen gollete. Me encanta la palabra gollete y la uso bastante. Gollete: parte superior del cuello por donde se une a la cabeza. Qué lindo que es buscar definiciones en el diccionario ¿no?. Siempre me acuerdo de una compañera del colegio que todas las noches, en la última conversación que sostenía con su novio, se leían mutuamente una palabra del diccionario elegida al azar, y comentaban su definición y su posible uso. Y hablando del pasado... ayer viví una experiencia que merece una mención, y que es más, quizás hasta merecería un relato pero vamos con lo que tenemos: ayer fui a mi cole, al Santa Teresita, a las ocho de la mañana, porque mi querida sobrina Martina era escolta en el acto de San Martín. Ya el hecho de entrar al colegio, meterme en el gimnasio y ocupar el lugar de los padres y no el de los alumnos, fue un flash. Pero lo grosso vino cuando la vi a ella, a Irma, a mi maestra de primer grado, a mi primera maestra. Encima éstas últimas semanas vengo de revival en revival, de encuentro casual en llamado erróneo que conduce a un reencuentro con gente que no veo hace mucho más tiempo del que creo llevar de vida, en fin... El caso es que me acerqué a la maestra y después de pronunciar su nombre y vernos a los ojos le dije “¿Sabés quién soy?”. El grito de alegría que dio y el abrazo que nos dimos sin dudas será guardado (con extremo cuidado) sobre el estante clasificado como “Emociones fuertes, a veces muy fuertes 2006”.
Las dos lloramos y aunque no hayamos hecho comentario alguno, sé que ambas recordamos a mi mamá. Y ella, Irma, con su voz de siempre y con su misma carita de maestra, me dijo que aún conserva sobre su repisa la monjita-campanita-souvenir de mi comunión. Me encantó que me dijera eso, lo sentí como un mimo diseminado en el tiempo, como una prolongación de mi imagen en la vida de una de las personas que más me enseñó en mis días como alumna. Nos despedimos con la promesa de volver a vernos. Llegué a casa y Violetita me esperaba con sonrisas, sentada al lado de su padre que es mi amor sobre la cama que es de todos. Y entonces pensé en el tiempo, como lo estaba haciendo hace un rato cuando empezaba a escribir esto. Pienso en su longitud, en su profundidad, y en su falta o ausencia. Al final creo que siempre tenemos tiempo, porque de eso está hecha la vida, el tema es que nunca es fácil hacérselo o tomárselo. Porque si bien no nos pertenece, podemos generarlo, porque si bien no es nuestro, podemos disponer de él. Porque fijate vos que ya pasaron veintitrés años desde que esa señora diminuta y morena me enseñó a escribir, que es lo que estoy haciendo ahora, veintitrés años después, y sin tener tiempo.
Eso, el tiempo o en su defecto su ausencia, es algo que nos infunde un respeto sin igual. Casi que a veces podemos personificarlo y dependiendo de cómo estemos lo vemos lindo-lindo como un duendecito de esos que dibuja Liniers, o feo-feo como el portero del edificio de Maipú y San Martín, sobre Maipú, al lado de la mueblería, que tiene una cara tan impresionantemente asustadora que, te juro, llega a asustarnos – a mí y a mis letras – y lo que es peor, logra ocupar un espacio en la mente que después nos cuesta correr. A las pruebas me remito: me quejo de que no tengo tiempo para escribir y cuando me siento a hacerlo no hago más que perderlo hablando de cosas que no tienen gollete. Me encanta la palabra gollete y la uso bastante. Gollete: parte superior del cuello por donde se une a la cabeza. Qué lindo que es buscar definiciones en el diccionario ¿no?. Siempre me acuerdo de una compañera del colegio que todas las noches, en la última conversación que sostenía con su novio, se leían mutuamente una palabra del diccionario elegida al azar, y comentaban su definición y su posible uso. Y hablando del pasado... ayer viví una experiencia que merece una mención, y que es más, quizás hasta merecería un relato pero vamos con lo que tenemos: ayer fui a mi cole, al Santa Teresita, a las ocho de la mañana, porque mi querida sobrina Martina era escolta en el acto de San Martín. Ya el hecho de entrar al colegio, meterme en el gimnasio y ocupar el lugar de los padres y no el de los alumnos, fue un flash. Pero lo grosso vino cuando la vi a ella, a Irma, a mi maestra de primer grado, a mi primera maestra. Encima éstas últimas semanas vengo de revival en revival, de encuentro casual en llamado erróneo que conduce a un reencuentro con gente que no veo hace mucho más tiempo del que creo llevar de vida, en fin... El caso es que me acerqué a la maestra y después de pronunciar su nombre y vernos a los ojos le dije “¿Sabés quién soy?”. El grito de alegría que dio y el abrazo que nos dimos sin dudas será guardado (con extremo cuidado) sobre el estante clasificado como “Emociones fuertes, a veces muy fuertes 2006”.
Las dos lloramos y aunque no hayamos hecho comentario alguno, sé que ambas recordamos a mi mamá. Y ella, Irma, con su voz de siempre y con su misma carita de maestra, me dijo que aún conserva sobre su repisa la monjita-campanita-souvenir de mi comunión. Me encantó que me dijera eso, lo sentí como un mimo diseminado en el tiempo, como una prolongación de mi imagen en la vida de una de las personas que más me enseñó en mis días como alumna. Nos despedimos con la promesa de volver a vernos. Llegué a casa y Violetita me esperaba con sonrisas, sentada al lado de su padre que es mi amor sobre la cama que es de todos. Y entonces pensé en el tiempo, como lo estaba haciendo hace un rato cuando empezaba a escribir esto. Pienso en su longitud, en su profundidad, y en su falta o ausencia. Al final creo que siempre tenemos tiempo, porque de eso está hecha la vida, el tema es que nunca es fácil hacérselo o tomárselo. Porque si bien no nos pertenece, podemos generarlo, porque si bien no es nuestro, podemos disponer de él. Porque fijate vos que ya pasaron veintitrés años desde que esa señora diminuta y morena me enseñó a escribir, que es lo que estoy haciendo ahora, veintitrés años después, y sin tener tiempo.
Tuesday, August 01, 2006
Hola visitantes!
Me he propuesto mejorar y ampliar el contenido de mi Blogggg y aquí me tienen, llenándolo de cosillas que me parecen lindas o interesantes, o las dos cosas, o ninguna. "Poesía embarazada" y "Cosas sobre mí", son hijas de aquellos días de panza grande llena de hija. Ya llegaremos al hoy pero por ahora me gusta meter estos textos del pasado que no recordaba nítidamente. Es lindo eso de encontrarse siendo espectador de uno mismo, ¿no?.
Saluti y a no ser pudorosos y escribirme diciendo lo que se les ocurra siempre y cuando sean cuidadosos con las formas, claro.
Maca
P.D.: El dibu es de mi amiga Toto que es una genia porque sí y porque es mi amiga.
Cosas sobre mí
Las siete de la mañana es un horario irrazonable. Si hay algo que no me gusta es estar con medias y pisar agua porque después no sé qué hacer con los pies mojados; generalmente me dá fiaca cambiarme las medias. Tampoco me gusta ver pelos en el piso ni en el lavatorio del baño. Me encanta cocinar y aunque soy más amante de lo salado que de lo dulce, hacer tortas y galletitas me conmueve más que ningún otro plato, y ni hablar si las estoy preparando para la gente querida. Mientras preparo comidas, dulces o saladas, sueño y río como actos incontrolablemente románticos. Considero que el asado es lo más. Mi postre favorito es el arroz con leche que no siempre me sale como quiero que me salga. De chiquita me lo hacía mi abuela Emilia que murió hace unos diez años. La que tampoco está a mi lado es mi mamá y la extraño mucho. Ni bien se murió la soñaba dentro de pesadillas hasta que un día le pedí que por favor me ayudara a dejar de soñarla así, y lo hizo, como tantas otras cosas que hizo por mí desde donde está. (¿Dónde está). Hace poco empecé a soñarla de nuevo y en cada sueño le pregunto dónde vive, qué dirección tiene, cuál es su número de teléfono, y siempre me despierto antes de que me lo pueda decir. Es muy triste, lo sé. Soy extremadamente sensible y eso a veces me gusta y me viene bien, y a veces altera demasiado todo lo alterable que hay en mí. Ya no soy tan temperamental como lo era en la adolescencia pero las pocas veces que me enojo siento que puedo hacer cualquier cosa. Fui cambiando tanto a lo largo de la vida que son pocas las características de mi personalidad que puedo enunciar como definitivas. Me encanta leer y más me gusta escribir. Me siento escritora y alguna vez también me sentí actriz, pero nunca con tanta vehemencia. Me encantan las palabras como “plasticola”, “calcomanía” y “¡recorcholis!”. De chica me encantaba imitar a Liza Minnelli en la película Cabaret y me pintaba las uñas de verde como ella. Nunca las pude tener tan largas. También me gustaba hacer las coreografías de Flashdance o de Dirty Dancing y cobrarles a los parientes y amigos de mis padres que hacían de público. Una de las cosas que más extraño de mi familia son los asados debajo de la higuera que era la casa nuestra, la casa de juegos tan mía como de mis dos hermanos. Hasta que me enamoré sentía que la historia de mi vida era muy triste a pesar de mi fuerza y optimismo pero por suerte hace un tiempo, desde que Él llegó, siento que soy muy feliz. Me encantan las casas en general, hasta las feas, porque siempre me imagino qué les pondría o cómo las decoraría si me pertenecieran. No me gusta que se metan en mi vida ni la gente que opina sin saber. Me encantan los animales, más que nada los perros, pero tengo tres gatos. Así soy yo. Viví unos años en un departamento que sentía un palacio y que además lo era donde me encantaba recibir amigos, escuchar música y prender velas. Tuve muchos novios y dí muchos besos pero también estuve muy sola. No me gusta ir a la peluquería y pasar horas dentro de una pero cuando lo hago me siento tan bien con los resultados... Detesto depilarme con cera pero más detesto la maquinita. Tampoco me gusta que me hagan los pies porque me hace cosquillas; las manos es otro cantar. No sé manejar. No tengo paciencia para desenredar cadenitas enredadas. No soy dúctil para las manualidades. Hablo mucho y me encanta la comunicación. Canto desafinado pero me encanta cantar. La música fue, es y será una gran compañera. Los libros son mi perdición. La sonrisa de Diego es lo que más me enamora de él. Me encanta estar embarazada y tratar de imaginar como va a ser Violeta aunque siempre me viene una carita distinta. También me gusta imaginar el parto. No soy miedosa. No tengo malos sentimientos. No entiendo la maldad. Me gusta mucho el vino tinto y todas las comidas hechas con papa. De chiquitos mi mamá nos hacía mirar las nubes y nos preguntaba qué cosas creíamos que eran y una vez yo dije que una tenía forma de puré; esa anécdota me fascina. También me acuerdo que mi abuela Emilia roncaba y que a mí me daba risa, y que un día la tía Reme, hermana de mi abuela, bostezó tan grande que se le metió una abeja en la boca. También me gusta acordarme de las pequitas del pecho de mi mamá y de cuando se tiraba en la cama a que le hiciera mimitos en la espalda. La extraño cada día más pero, aunque parezca mentira, cada vez lo hago con menos dolor. Me gusta ser Cáncer y de Rancing aunque a la cancha no pueda ir muy seguido. Adoro a mis amigas, a las del colegio y a las demás; a veces cuando nos juntamos siento que somos capaces de construir casi todo lo que nos propongamos. Me encanta estudiar pero únicamente lo que me encanta estudiar. Odio los números y las ciencias exactas, me parecen una pérdida de tiempo en un mundo tan espiritual como este. Ya sé que este no es un mundo espiritual pero la frase me vino bien. No entiendo a la gente que es mala y me llama mucho la atención cuando son mujeres. Hay gente que me dá miedo, como los militares o algunos políticos u otros que no viene al caso mencionar. Tengo la sensación de que el mundo entero, pero más que nada mi país, está excesivamente contaminado como para mejorarse algún día. Soy todo lo generosa que puedo ser con la gente que quiero y a veces también con desconocidos. Cuando no tengo plata me siento insegura y no me gusta ser y sentirme así pero no lo puedo evitar más que por pequeños lapsos de tiempo. Viví muchas cosas y guardo en mi corazón experiencias intensísimas, pero ninguna es más grande que el amor. No hay con qué darle al amor, es la fuerza, la energía, la sensación más grande e imponente que existe. Creo mucho en las frases hechas como “El amor mueve montañas”, “El hombre es un animal de costumbre” o “El que se quema con leche ve una vaca y llora”. Me encanta tomar y dar clases de literatura y leer a Silvina Ocampo o a César Aira, me disparan la cabeza. Siento tanto placer como envidia cuando veo una obra de teatro muy bien actuada, por eso cuando no estoy actuando no me gusta ir al teatro. Quisiera llegar a ser muy viejita y morirme mientras estoy durmiendo. Me gustaría casarme con Diego alguna vez. Amo a Diego cada minuto de mi vida. (Él es muy grande). Ayer le compré un par de zapatillas en el nombre de Violeta, por el día del padre. Hace rato que quería poder celebrar el día del padre, qué suerte tengo ahora. No me gusta cuando la gente dice “Voy de Marta”, porque se dice “Voy a lo de Marta”. Tampoco me gusta que se monden los dientes en la mesa aunque la sensación sea placentera, que se limpien con el mantel o que se pasen el pan por alrededor de la boca. Mi sangre no me impresiona. Ver gente que se pega me hace muy mal, no lo resisto. Me molesta la gente que dice defender una causa noble y termina politizada. No entiendo la política. Me encanta ser mujer y que mi hija sea una nena. Sentir sus movimientos en la panza me vuelve loca de amor y tengo miedo de quererla demasiado y darle más besos de los que pueda soportar. Me gusta ir leyendo en el tren, en el subte o en el colectivo y reírme; la gente mira sorprendida, no está acostumbrada a eso. También me gusta hablar sola e ir cantando por la calle. Me agota que en las películas americanas siempre pase lo mismo. Me encanta ver televisión, incluso programas que detesto justamente por eso, también me encanta ir al cine. Soy muy curiosa y siento que todo me sirve para crear. No me gusta la gente que se relaciona por interés con los demás, ni los que se jactan de saber mucho, ni los que hablan por hablar. Me gusta que mi casa esté siempre limpia, linda y ordenada. Mi cuadro preferido es “Ulises”, lo pintó mi abuelo y vivió en cada una de mis casas. Estoy muy feliz por haber formado mi propia familia. Me encanta ordenar papeles y escribir cartas, y ni hablar de recibirlas. Uso muchísimo el mail pero me apena que con él se haya perdido la costumbre de escribir cartas a mano. La primer novela que leí entera en mi vida se llamó “Papaíto piernas largas” y se la recomiendo a todo el mundo. Mi juego preferido de la infancia fueron las barbies. Una de las cosas que más me ilusionan de tener una hija es que la voy a poder peinar como mi mamá me peinaba a mí. El flamenco y todo lo que tenga que ver con los españoles me conmueve. Creo ser fuerte y frágil a la vez y también creo que todos somos “un poco y un poco” de casi todo. Me encantan los papeles de carta, las lapiceras, los cuadernos y las calcomanías – me resisto a llamarlas stickers – y cuando me compro una planchita enseguida los tengo que pegar; no me aguanto. Toda la vida usé cartuchera. No me gusta saber todo el tiempo qué hora es. Me encanta viajar. La playa en invierno me gusta más que en verano y las montañas y el río siento que me elevan hasta hacerme volar. Puedo volar siempre que me lo propongo ya que creo que el mejor estímulo que tiene el ser humano es su mente. Creo que la mente controla todo menos las emociones demasiado fuertes. Me encanta el Fernet con Coca Cola, las bananas con dulce de leche y helados en cucurucho de frutilla al agua y chocolate con almendras, en ese orden. Odio salir a la calle sin perfume y soy capaz de volver para ponerme. A veces, cuando Diego me cocina, me dan ganas de llorar de emoción. Cuando se murió mi amigo Pancho dejé de creer en Dios pero hace un tiempo nos empezamos a amigar y eso me gusta. Hablo con mi mamá con la voz de mi mente muchas veces al día y estoy segura de que está conmigo. Disfruto reírme a carcajadas y por suerte lo hago bastante seguido. Me gustan mis ojos y mis manos. Soy coqueta pero siempre siento que no tanto como las demás mujeres. Me fastidia un poco que mis amigas insistan en depilarme las cejas, me gustan así, salvajes. Aborrezco el dentista aunque me haga sentir que soy resistente al dolor. Odio que me den anestesia. No me gusta sentir que el tiempo no alcanza y que las obligaciones nos superan. Sueño con una vida más natural, en un lugar más natural. Creo mucho en las energías y me interesa la astrología. Y también me gustan los días como hoy en los que leer a otros me inspira para escribir, en este caso sobre mí, y contarle al mundo que me siento muy feliz. Y por ahora nada más.
Poesía embarazada
Abro los ojos, sí, soy yo, pupilas dilatadas. La mañana nace junto a mí, cerca de los árboles que se mecen, cerca también de aquella infancia que alguna vez gané. Un nuevo sol pero el mismo barrio, miles de preguntas y formas nuevas y viejas a la vez. Un desayuno único que ahora siempre quiero vivir y compartir con dos ojos más de pupilas transparentes: ÉL.
ÉL se va y yo visto de rosa, el color de las nenas, llego a susurrar mientras la nena se mueve a causa del dulce de duraznos y el amor. Barremos haciendo del orden una estrategia familiar. Ella salta, mis ojos lloran, ÉL está impregnado en el espacio-tiempo. Ya no hay más tuyo ni mío, construimos desde un nosotros que ansía significar solidez. Pintada yo, peinada yo, bella soy (siento que nunca fui tan hermosa). ÉL se preocupa por pescar, cazar, y traer el alimento al hogar. Nosotras lo admiramos y como queremos ayudarlo más aumentamos el amor a cada paso. Más amor. Más pasos. Adelante, el camino.
Damos el paso uno, el saludo dos y unos mil millón besos que se despliegan por el aire haciéndonos sentir más que enamoradas, ¡enamoradísimas!.
Por la noche los chistes, las complicidades, los ya nos conocemos tanto... mientras los ojos se nos cierran, mientras no podemos dormir. Cada uno para un lado diferente y las colas pegoteadas y al aire y los hasta mañana pero... Hay tanto en que pensar, hay tanto que sentir... Hemos formado una intensidad sublime, ya incontrolable, acaso demasiado milagrosa como para ser comprendida. Pero por suerte es tarde para malos sueños y las nenas necesitan descansar así como ÉL, el hombre mío, olvidar sus preocupaciones. Estamos por ser tres, ahora, ya, mañana, hoy. Entonces decimos hasta mañana en una voz fuerte, y hasta mañana también respondemos cuando una vocecita intenta expresar un Buenas noches, papás, yo también los quiero mucho, en el instante en que ÉL y YO nos quedarnos dormidos.
14 de Julio de 2005
ÉL se va y yo visto de rosa, el color de las nenas, llego a susurrar mientras la nena se mueve a causa del dulce de duraznos y el amor. Barremos haciendo del orden una estrategia familiar. Ella salta, mis ojos lloran, ÉL está impregnado en el espacio-tiempo. Ya no hay más tuyo ni mío, construimos desde un nosotros que ansía significar solidez. Pintada yo, peinada yo, bella soy (siento que nunca fui tan hermosa). ÉL se preocupa por pescar, cazar, y traer el alimento al hogar. Nosotras lo admiramos y como queremos ayudarlo más aumentamos el amor a cada paso. Más amor. Más pasos. Adelante, el camino.
Damos el paso uno, el saludo dos y unos mil millón besos que se despliegan por el aire haciéndonos sentir más que enamoradas, ¡enamoradísimas!.
Por la noche los chistes, las complicidades, los ya nos conocemos tanto... mientras los ojos se nos cierran, mientras no podemos dormir. Cada uno para un lado diferente y las colas pegoteadas y al aire y los hasta mañana pero... Hay tanto en que pensar, hay tanto que sentir... Hemos formado una intensidad sublime, ya incontrolable, acaso demasiado milagrosa como para ser comprendida. Pero por suerte es tarde para malos sueños y las nenas necesitan descansar así como ÉL, el hombre mío, olvidar sus preocupaciones. Estamos por ser tres, ahora, ya, mañana, hoy. Entonces decimos hasta mañana en una voz fuerte, y hasta mañana también respondemos cuando una vocecita intenta expresar un Buenas noches, papás, yo también los quiero mucho, en el instante en que ÉL y YO nos quedarnos dormidos.
14 de Julio de 2005
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