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Wednesday, April 21, 2010
Sus pezones circulares y siempre dispuestos a fuerza de esperanzas monetarias y sexuales, su falso amor, su escondite desde el cual se muestra dadivosa, redonda, fresca. Uvita, le digo, la uvita de papá, y me la manduco, fresquita, palo y a la bolsa, am am, y qué rica es la hija de puta.
Pesca con los ojos, anzuelitos vivaces color marrón, te invita a comerla, a metértela en la boca, quien pudiera abarcarla, fruto del mal, de la lujuria, de la obsesión. Yo voy siempre que puedo pero la doña no es gila, es bruta pero no es boluda, y ella sabe, y sería capaz de cualquier cosa si la agarra. Porque la doña no me pierde ni por cornuda, antes las mata a todas, lo dice siempre, te mato a la de los ojos si seguís jodiendo, me dijo anteanoche. A la de los ojos no, pensé, antes la mato yo.
Los viernes tiene gusto a vino, se le impregna en la piel manchada, piel de reina pobre, de grietas y tantos pero tantos secretos. Me gusta, cómo me gusta. Me la llevé primero porque lo del mellizo Cardozo no cuenta, ese paga por mirar porque no sé qué boludez tiene en la cabeza. Así que sos mi virgencita hoy, le dije, y ella se río poniendo los ojos en blanco, como queriendo hacer una cara de buena que mirá si le va a salir… Endulzame los pies que están rotos después del trabajo, matame con tu fragancia mágica, con tu olor a uva, a muchas uvas, todas ricas, mi vida, todas riquísimas y para mí… Antes te mato yo…
Pero la doña no quiso aceptar los tratos. Ella pedía hijos, plata y estabilidad, pero a las mujeres nunca les alcanza, yo le pedía escapes con los amigos, más esa noche me fue a buscar, es que los viernes nunca son buenos, no sé por qué dejé pasar esa certeza, y ahí se apareció, dicen los negros que justo cuando la Uvita gritaba como ella grita, tan linda es, tan mullida… Es la más obscena de las frutas, mi negra chorreante y gorda, tan empalagosa a veces…
Ahí no puede señora, es propiedad privada, la casa se reserva el derecho de admisión y… Má que derecho ni que ocho cuartos, a mí me abrís esa puerta o les vuelo la cabeza a todos. Los gomías saben lo del padre policía y me imagino que todos se arrepintieron de haber hecho migas conmigo. La puerta chirriaba y la Uvita jadeando me dijo que era un potro. Esas fueron sus últimas palabras. Pero no mi doña, antes me la mato yo…
Ay tu jugo, tu líquido, tu espíritu vestido de rojo pasión. Te veo la piel y grito ¡hollejo!, porque la boca se me pone en uva cuando digo “hollejito mío de mi corazón, perdoname pero ya no se puede vivir así”.
La doña me agarra de una oreja como a los pibes, me dice llorando que ella me lo pidió, es verdad, le digo, yo te dije que la de los ojos no, me dice, y nos abrazamos, no es la primera vez que hacemos cagadas, ni la última, dice, secándose las ojeras de madre de mis hijos.
Dios sabe que yo no podía evitarla, era mía, la única que realmente me daba hambre.
Y ustedes manga de borrachos se quedan calladitos y hacen lo que sea con este cuerpo – ¡qué linda estaba tan roja! -. Porque vamos a ver quien gana si quieren pelearme, eh, porque el asesinato es tan jodido como la prostitución…
Gracias, amiga, amante, compañera, gracias por tu árbol vital, de la vid, ¡cómo me gustaban tu nombre y tus apellidos, gordita de Dios!. Uva de la vid con hollejo…
Lloré de regreso a casa rememorando el privilegio de haberte metido en mi boca y haberte aplastado con mis dientes trituradores. No fue falta de amor, todo lo contrario, fue para que fueras mía, para que vivieras en mí, para que seamos un solo líquido para siempre. Mi Uvita, mi pequeña lujuria.
Ahora dejame chorrear, ser en otra, deleitarme con tu muerte, tu redondez, tu cuerpo espléndido y más morado que nunca; a punto, mi amor.
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