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Wednesday, January 10, 2007

retro texto

Los versos de Juli – alias Lucía – me mueven a un par de recuerdos y tal vez algunas reflexiones...

¿Viste que odiosa es la gente que dice conocer o haber conocido a un FAMOSO, haber sido amigo cuando apenas lo vio caminar por alguna calle, o cruzó dos o tres palabras o simplemente supo por voces extrañas que vivía en su barrio?. Bueno, yo soy de esos. Yo a Juli, divina ella, la conocí en sus inicios. Salía con casi todos los RRPP de los boliches de zona norte, de mi zona, de la zona de mi grupo de amigas LAS CHI-CHÍS, con quienes salíamos a embriagarnos y hacer dedo por Avenida Libertador como los actos inconscientes más consientes que podíamos tener a la escasa edad de 16, 17, y un poco más también.
Juli o su hermana habían tenido un affaire con mi hermano mayor, lo cual me provocaba unos celos fatales. Sumado a eso una de ellas – entiéndase: eran muy parecidas y caminaban juntas, idénticamente, y con pasos tan escalofriantes como los de las mellicitas de El Resplandor pero siendo rubias, y altas, y lindas – sedujo a un muchacho que le gustaba a una amigareamigaparasiempremía. Desde ya dos motivos harto suficientes como para odiarlas y alguna vez haberlas insultado frente a El Rasta, aquel barzucho que duró lo suficiente como para bebernos todo el alcohol que nos entraba en el cuerpo y besar a todos los desconocidos o apenas conocidos que nos aportaban un punto en nuestro infalible campeonato llamado “Flash Point”. Dicho campeonato consistía en “tranzar” con la mayor cantidad de chicos posibles en la menor cantidad de tiempo posible, una atorrantería que nos divertía tanto pero tanto que trascendía su objetivo putanil para convertirse en una especie de código que únicamente a esa edad uno puede tener con sus resúperamigos. A él se le sumaba un lenguaje único e íntimo que nos permitía detallar cualquier encuentro con un espécimen del sexo opuesto delante de quien fuera – padres incluidos – con todos los detalles que requiriera el caso, ya que contábamos con frases o palabras que lo decían todo sin que se notara nada. Era maravilloso... Esos años lo eran. Hoy no se puede hacer dedo pero por suerte coincide con que las ganas de besar y toquetearse con los muchachos del barrio han disminuido notablemente, al nivel de habernos llevado a casarnos con un sólo hombre trabajador y responsable, y/o haber tenido hijos preciosos, y/o haber vivido ya una, dos o tres veces en pareja, y/o estar buscando un candidato estable para pasar los años que van de los treinta a los cincuenta por lo menos...

Me encanta recordar aquellos tiempos, lo que significaba Keibhys – nunca lo supe escribir – el boliche del barrio al que podíamos ir solas si queríamos porque siempre nos encontrábamos a alguien amigo, a alguien con quien bailar arriba o abajo de los parlantes. ¡Cómo nos gustaba mostrar los mini shorts y las letales bucaneras!, ¡cómo nos encantaba provocar a la monada!. Éramos un grupo de chicas muy lindas y lo seguimos siendo sólo que esos turros de los años bien sabemos que no pasan en vano y ahora nos hacen invertir el dinero que gastábamos en las entradas de los boliches y en las barras de los mismos, en cremas preventivas para las arrugas y/o en casos excepcionales tangas un poco más grandes de las que nos atrevíamos a usar antaño.
El peso del transcurso y la velocidad del tiempo nos pega distinto siempre, depende del humor que tengamos ese día, de las últimas vivencias, y de tantas otras cosas. Pero hoy, a pesar de la lluvia y gracias a Juli (perdón, Lucía, mi reamichi del pasado) a mí me pega re-bien.

Éste año cumpliré treinta, “un lindo número”, “una hermosa edad”, “un gran momento de la vida”, “hay que jugarle al derecho y al revés”, etc. Y me encanta cumplirlos así como me provoca sentimientos extraños, encontrados y desencontrados, lindos y melancólicos, felices y orgullosos.
A veces fantaseo con volver el tiempo atrás y vivir una noche como las que vivíamos por aquellos tiempos, pero con los sentimientos que teníamos, con la cabeza que teníamos, con la calentura y las ganas de tragarnos el mundo de un sólo bocado pero muy sabroso y lleno de gancia y/o vino malísimo. Quisiera hacerme un buche con todos esos recuerdos y excesos llamar a mi espíritu adolescente y pedirle me conceda aunque más no sean una o dos horas de pegoteo con mis amigas con quienes además de comer ñoquis y Bonobones compulsivamente, y medir nuestra capacidad para con el tekila, nos besábamos para ver “cómo tranzaba la otra” y darle consejos. Dios mío... Cuánto menos pudor y prejuicios tiene uno en la ignorancia de la juventú primera... En fin... El tema, al igual que el de los Sugus, dá para mucho y sé que volveré a la carga con él, pero ahora debo terminar para ponerme en órbita con mis responsabilidades de adulta.

Y si les parece bien termino con un parrafito de la novela que estoy escribiendo: se llama “Mis 15” y cuenta la historia de varias familias y de dos niñas que están a punto de cumplir esa maravillosa edad...

Saludos,

Maqui, una ex adolescente en crisis y a mucha honra


“Sin dudas las nuevas sensaciones físicas son las invitadas de honor. Por las mañanas, al levantarse, siente unos mareos leves que se le van ni bien desayuna, y lo mismo le pasa cuando se para de golpe o camina ligero. Regina le explicó que las hormonas son las responsables de esas y de otras tantas cuestiones, muchas de ellas relacionadas con el amor. Y Micaela sabe de lo que su mamá le habla aunque nunca le pongan las palabras exactas ni puedan hacerlo más que nada porque con la mamá hay cosas de las que no se puede o “no se debe” hablar. Como por ejemplo, de que cada vez que se besa con Matías se le moja la bombacha o se le pone la cara muy colorada, al rojo vivo; o que los pezones se le endurecen hasta dolerle; o que a veces – casi siempre – desea que las caricias vayan más lejos, más adentro, más y más. Y si no se lo dice a Regina no es por vergüenza sino por otro sentimiento que sólo se siente con las mamás, porque por sentir “esas cosas”, Micaela no siente ninguna vergüenza, y la prueba está en que algunas hasta se las contó a Matías, naturalmente, como quien cuenta una novedad sorprendente de cualquier índole. Pero Matías, claro, no pudo recibir del mismo modo el relato de Quela que lo dejó callado, pensativo, y sintiendo unas ganas tremendas de tirarse encima de ella, del cuerpo de Micaela, para abrazarlo y acariciarlo hasta provocarle más calor que el mismísimo sol. Pero como siempre se acobardó y lo único que pudo hacer fue ir en busca de dos botellitas de Coca Cola que abrió con torpeza en un movimiento rápido”.

3 comments:

Grinister said...

Claro... ahora que la vuelta atrás es tan difícil como el regreso de los tiempos adolescentes, confesás públicamente ese pasado oscuro que celosamente ocultaste hasta que te conseguiste un muchacho trabajador y una hija repreciosa.
Pobre muchacho...

Anonymous said...

Esos pasados que son en realidad transparentes (se ponen oscuros cuando ellas tratan de aclararlos). Mi chica por ejemplo, ahora me confiesa que a los 15 se escapaba por la ventana de la casa para ir a atorrantear con "un amigo que tenia moto"....y las fotos que se sacaba con sus amigas...ay...si al menos fueran unas polaroid nomas. Y cuando yo trato de contarle mis "picardias" adolescentes me salen cosas como: le gritabamos al profesor que era un maricon!! Mis noches en Kehibis (si, yo tambien fui joven) consistian en tratar de ganar la atencion de esta chica (Karen se llamaba, y era de Ballester) que era oficialmente mi novia, pero que insistia en bailar sobre los parlantes con sus amigas vestida con minishorts y bucaneras. Yo la perdia a la entrada y la encontraba de vuelta a la salida, y le creia sistematicamente todo lo que me decia....

Biblico said...

Estas de vacaciones?