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Friday, January 05, 2007

La infelicidad hoy
(Jueves 4 de Enero de 2007)


Me siento infeliz. Pero no se trata de la infelicidad de siempre, de la conocida, de esa angustia que tantas veces ha estado en mí, metida en mi cuerpo y en mi corazón con la misma agilidad que la sangre. No. Hoy se trata de un nuevo tipo de infelicidad que, por nuevo, me genera cierto entusiasmo a pesar de su carga maldita y dolorosa que me lleva, justamente, a sentirla: La Infelicidad, con mayúsculas.

Hoy mi infelicidad – quizás vestida de rosa pálido – no parece tener como objetivo abolir mi seguridad o distraer mis emociones amorosas. No. Hoy mi infelicidad pareciera querer hacer algo más íntimo conmigo. Me quiere, sí, claro, pero me quiere toda para ella, y es por eso que a cada paso la tengo que escuchar susurrándome asuntos del tipo de “él está mal”, “a él no se lo ve bien”, “vos a él no lo hacés feliz”. Y es entonces cuando corro hacia el espejo y me miro pensando “soy linda”. Y sí, lo soy. Así que con eso tengo para empezar y del después me pienso ocupar después. Pero claro, la infelicidad es menos amiga del tiempo que yo por lo cual la corrida hacia el espejo es la única velocidad a la que puedo someterme. Más rápido no puedo avanzar y con mayor lentitud todo se echaría a perder en un abrir y cerrar de ojos. Me resta correr: corro, piso fuerte, soy veloz, y linda, pero eso ya lo dije. Mis pies se pisan en el fragor de la avanzada, llego a un destino que tiene cara de dormitorio compartido y me arrojo sobre la cama con deseos de ser absorbida. Ojalá pudiera convertirme en sábana, en almohada, y ser para él el refugio del descanso. Recién allí dejaría de comprarle regalos y hacerle tartas, y escribirle, e intentaría métodos ante todo más plácidos para hacerlo un hombre feliz. Porque mi infelicidad hoy nace de él, o más bien, de la suya, de la que siento que siente a mi lado últimamente. De un salto salgo de la cama y vuelvo a los pasos veloces de la corrida diaria y es ahí cuando me doy cuenta de que quiero escapar o algo parecido. Llego agitada a la puerta de calle y con las llaves en la mano derecha inundo la recepción del hogar donde vivo con mi familia. Lloro. Las lágrimas ofician de puente, son las únicas que pueden ayudarme a salir de la maldita infelicidad que me ha invadido toda, de principio a fin, y también a lo largo de toda ésta jornada pegajosa de verano y mosquitos. Lloro haciendo del llanto mi bendición, la escuela en la que pienso aprender, la iglesia en la que no me dolerán las rodillas al rezar. Abro la puerta: huelo. La calle en este instante tiene más sonidos que aromas, pero esos sonidos tienen olor. Cierro velozmente la puerta y me siento en el piso. Siento el frío de la madera que sube por mi espalda hasta mi cuello y me tira de los pelos. Aunque tenga que quedarme pelada juro que no voy a moverme de este lugar. Es mío como nunca nada lo fue tanto. Y desde acá, desde el piso que me sostiene la testarudez por fin la veo a ella huir de mí. Sale de mi boca para deslizarse como la sombra al paso de los hombres soleados, o el agua que me chorrea del pelo al terminar de bañarme. Sí, se va, se está yendo, y es ella más que nunca cuando se va. Le doy las gracias y me seco la cara con las lágrimas húmedas que ya no me pertenecen, que ahora son del mundo, y que me veneran por haberlas hecho nacer.

Lo bueno de la infelicidad es que a veces, además de nueva, es breve y fluida y por eso ya se fue, y por eso él ahora va a llegar con la cara que usa cuando ya se le pasó.

Me paro.



La felicidad hoy
(Viernes 5 de Enero de 2007)


La infelicidad de ayer se esfumó, por suerte. Leo mucho desde que la sentí para poder quitármela y la lectura efectivamente me ha dado resultado y hoy puedo decir que me siento feliz. Cuando leo siento cosas que tranquilamente podrían ser producto de la consumición de alguna droga: alucino, me río, tengo imágenes psicodélicas y hasta me tropiezo al caminar. O podría decir que el estado en el que me deja la lectura es muy similar al que provoca la ingesta de alcohol en exceso porque en realidad no conozco muchas drogas así que prefiero compararlo con las que están socialmente más aceptadas más que nada para no herir susceptibilidades. Yo soy una mujer socialmente aceptada a pesar de no haberme casado y haber tenido una hija y desde hace poco mucho más porque saqué el registro y puedo conducir libremente por las calles tanto de mi barrio como por las de otros barrios que todavía no conozco. No conozco muchos lugares pero soy feliz igual ya que con mi ignorancia a cuestas he podido ir a lugares que quizás muchos tampoco conozcan y así y todo sean felices como lo soy yo. O más. O menos. Al fin y al cabo ¿qué me importa?.

Ya no tengo más tiempo, el sugus verde que me comí recién era mi límite. La bebé que me ha elegido como madre despertará en breves instantes mientras que su padre, a quien le toqué como señora esposa sin papeles que lo avalen, acaba de ingresar al hogar con leves heridas del mundo social sobre su cuerpecito pequeño y débil. La fiebre y el malestar son sus cobardes defensas para con la hostilidad que día a día, minuto a minuto, nos apuñala subliminalmente como los mensajes satánicos de las canciones de Xu Xu Xu, Xa Xa Xa. Pero lo bueno es que mi felicidad hoy es verde como el envoltorio del sugus y que la infelicidad de ayer ya no tiene ni peso especifico ni forma anatómica ni deseos de aparecer a lo largo de todo el fin de semana lo cual hace que Yo disponga de 72 hs – aseguradas – para disfrutar de la vida. El destino y sus trampas no son lo que eran ayer así que no les temo. Hoy no le tengo miedo a nada y sé fehacientemente que esa es una de las formas de la felicidad que en este momento pregono. Me encanta la palabra “pregono” y me gustaría cerrar con ella pero no es posible porque es una palabra abierta y que además ya utilicé y el miedo a la repetición bien se sabe cómo acompleja al artista así que... ¡felicidad!. (Esa igual es linda ¿no?).

2 comments:

Nicolás Tereschuk (Escriba) said...

Feliz año.
El mundo se divide entre los que comen sugus verde (supongo que hablarás del de menta y no de el verde clarito de manzana) y los que no, eso está claro.
Suerte con todo eso.

Sergio De Innocentiis said...

FELICIDAD ES HERMOSA.ES FELIZ.CIERRA BIEN ¡¡¡MUY BIEN!!! ¿TE DIGO OTRAS Q ME GUSTAN TAMBIEN? LIBERTAD, ENTREGA, ENCUENTRO, PALABRA, SENTIMIENTO, ALMA, PAZ, MAMÁ, Y LA QUE SE CARGA A TODAS ESTAS Q ES LA UNICA EN LA Q CREO DE VERDAD Y CADA VEZ MAS, LA Q SALVA CUIDA Y PROTEGE DE CUALQUIER ATAQUE DEL MUNDO.....LIEBE,الحب ,AMOUR,AMORE, ЛЮБОВЬ,LOVE.......AMOR!!!!!! TE LO DESEO EN TONELADAS MY LOVE!!!!!

SERGIO