Afuera, no muy lejos, es tiempo de llorar. Por dentro el viento, y algunas nubes, y ventanas en las que se posan las palomas.
Lo interno no se opone a lo externo, hablan mis dos personas, contestan cosas diferentes, sobre asuntos por los que nadie les pregunta. Ansían comprensión, se rigen por el romanticismo, necesitan comer y comprarse libros. Son mías, son yo.
Gusto a mate en la boca que poco besa. Marcas en una cara que se muestra libre, blanca, entre miles de pelos marrones largos y despeinados.
Invito al miedo a salir. Él prefiere el día, cree que allí todo puede verse. Yo busco la noche, los sueños, la inspiración, el misterio. Una de ellas, una de mí, vestida con ropa vieja, se ríe de la otra que llora por todo lo que no puede hacer ni comprar.
Si me preguntan – cosa que hacen a menudo – yo les digo que las dos tienen toda la razón. Una se queja de que eso es imposible. La otra aprovecha y lee.
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