Recuerdo una imagen de arenita pegada en su piel de nena rubia, hermosa, bronceada, demasiado linda…
Imagino y recuerdo, no vivo pero aún –ojo- puedo paladear las esperanzas intactas; las saco de mi heladera y de mi corazón cada mañana, para acompañar el mate.
Y mientras lo hago no puedo dejar de preguntarme si ellas son tan ciertas como el amor que me hacen sentir. ¿Cómo se puede querer así, tanto-tanto?. En un punto me parece tan imposible como cotidiano. Y entonces me cebo mi ambigüedad, su arena y las ganas de ver el mar.
El agua está a punto.
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