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Monday, April 16, 2007
Yo recuerdo una infancia,
algún primo
una mamá
dos hermanos.
No tengo tanta ni tan buena imaginación.
Tienen que haber sido ciertos,
la tele,
los almuerzos,
la salsa blanca,
la camisita de broderí blanca
hoy amarilla,
perdida, regalada.
No creo posible que ésta sea la única verdad
presa de la realidad
y del olvido
y de mí.
¡Presos!
No recuerdo tanto vacío.
Hoy todo se llena de esas risas,
y esos ojos,
y ellos dos.
Son hermosos hermosos hermosos
Pero antes hubo un antes
antes de mí
antes de otros. Antes de ellos dos.
Un atrás, un pasado,
días de encuentros.
Otro y el mismo jardín,
un nosotros hoy impensado hasta las lágrimas.
El mismo escenario la juega de amigo y de enemigo.
Ayuda, contiene, es testigo,
y late.
Pum pum pum.
Late.
Palpitaciones nuevas.
El abuelo que también se fue
y esa señora que se empecina en ayudarme.
Me niego a los largos diálogos que fomento y cultivo,
contengo y busco,
y en el medio de mí el hueco
imposible y profundo,
¿sabio?
¿ya eterno?
¿desmedido?.
Las dudas son parte,
ladrillos azules
y dieciocho escalones que pisé millones y millones de veces
para subir, bajar, correr, huir, y volver a entrar.
Arriba sólo un baño en pie.
Cinco dormitorios convertidos en cinco novedades.
Ocupar y vaciar al mismo tiempo.
Ser dueña y no serlo.
Dudar y ser feliz.
Darle a los míos lo que tengo:
una casa,
mi alma,
dinero,
cuidado,
integridad,
trabajo,
búsquedas,
tortas.
Y ésta noche de sábado la necesidad de silencio
convive y pelea con las ganas de decir.
¿Decir te quiero?
¿Decir los extraño?
¿Decir cuánto amo a los que amo?
Todo es mucho y no es todo. Nunca.
Por eso debo callar y lavarme los dientes,
acostarme sobre la gran cama de esposos
y cerrar los ojos ya menos halagados.
El humo se me acerca en nombre de la amistad
y el deseo de recibir flores y bendiciones
me atrapa más que nada los domingos.
Ya es domingo.
¿Qué más, qué menos, y cuánto soy yo?
Monday, April 09, 2007
Je veux que tout devienne petit
mon corps,
ma maturité,
mes douleurs,
l'idiote culpabilité,
le mal.
Je veux que tout se réduiseet
devienne quelque chose de manoeuvrable,
dan qelque chose que je puisse tenir dans une seule main
et rire.
Je veux quelque chose qui me fasse rire
c'est ça que je veux
- toi je veux -
Je veux que le soleil sorte la nuit
qu'il rende fou le temps
et alors le temps parte nous laissant la liberté tant attendue.
Je veux monter à une montagne sans effort
et une fois au somet je veux penser à toi
à mon amour
à notre amour
à l'amour tout petit qui est et qui sera la seule grandeur
la seule chose qui vaudra le coup quand le temps ait pasé.
Je veux que les gens s'endorment
tous sauf nous trois,
bien endormis.
Je veux arriver loin
plus loin qu'hier
plus loin que jamais.
Je veux que la culpabilité et le douleur ne me ratrappent plus
et que juste après t'avoir fait l'amour
le sommeil nous retrouve unis
et que nous nous réveillons quand la lune se glisse dans notre lit
et nous pince le dos pour nous faire rire
encore.
Rires partagés...
Je veux qu'un jour tout soit fantastique et bon,
je désire que mes désirs,
touts petits eux,
retrouven en fin toute la vie qu'on les doit
et que aprèsle temps, une fois de plus,
soit à nouveau notre ami.
Réconcilions nous
toujours.
Faissons l'amour
toujours.
Faissons de petites choses
ensemble
toujours.
mon corps,
ma maturité,
mes douleurs,
l'idiote culpabilité,
le mal.
Je veux que tout se réduiseet
devienne quelque chose de manoeuvrable,
dan qelque chose que je puisse tenir dans une seule main
et rire.
Je veux quelque chose qui me fasse rire
c'est ça que je veux
- toi je veux -
Je veux que le soleil sorte la nuit
qu'il rende fou le temps
et alors le temps parte nous laissant la liberté tant attendue.
Je veux monter à une montagne sans effort
et une fois au somet je veux penser à toi
à mon amour
à notre amour
à l'amour tout petit qui est et qui sera la seule grandeur
la seule chose qui vaudra le coup quand le temps ait pasé.
Je veux que les gens s'endorment
tous sauf nous trois,
bien endormis.
Je veux arriver loin
plus loin qu'hier
plus loin que jamais.
Je veux que la culpabilité et le douleur ne me ratrappent plus
et que juste après t'avoir fait l'amour
le sommeil nous retrouve unis
et que nous nous réveillons quand la lune se glisse dans notre lit
et nous pince le dos pour nous faire rire
encore.
Rires partagés...
Je veux qu'un jour tout soit fantastique et bon,
je désire que mes désirs,
touts petits eux,
retrouven en fin toute la vie qu'on les doit
et que aprèsle temps, une fois de plus,
soit à nouveau notre ami.
Réconcilions nous
toujours.
Faissons l'amour
toujours.
Faissons de petites choses
ensemble
toujours.
Wednesday, April 04, 2007
4 de abril de 2007 está soleado y compré unas palmeritas en la panadería de la esquina y bueno, eso...
Hace ya un largo tiempo me hicieron mi carta astral; experiencia recomendable si las hay, y una de las cosas que más llamaron mi atención fue un comentario de la señora astróloga con respecto a mi relación con “el tiempo”; lo que dijo fue: “Qué temita que tenés con el tiempo, eh...”; y al decirlo puso una carita que me encantaría tener el talento de describir pero no lo tengo, o al menos no en este instante.
Mi abuelo Pepe una vez me dijo que siendo él muy joven se dio cuenta de que el tiempo era su principal enemigo, por lo cual decidió aliársele aunque más no fuera en el campo de la rivalidad, para al menos tener la posibilidad de, en una de esas, quizás, tal vez, ganarle alguna que otra batalla. Pensando en mi abuelo y pensando en mí, llego a la conclusión de que a veces sí le ganamos, ya que a veces sí logramos doblarlo o desdoblarlo un poquito y así sentirnos satisfechos con nuestro logro evidentemente temporal. Pero lo trágico es que, en el fondo, en el lugar más hondo que podamos tener, todos bien sabemos que hayamos o no triunfado, él, el tiempo, es quien manda sin espacio a excepciones.
Tantas veces he intentado creerme la postura de “a mí las fechas no me importan” o “es lo mismo que te pase a buscar a las cuatro de la tarde que a las ocho de la noche”. Tantas veces... pero nunca puedo terminar de creérmelo más que nada porque soy básicamente pésima en el oficio de mentirme a mí misma, a Macarena “tiempo” Moraña, quien, dicho sea de paso, hoy quiere empezar a escribir un texto que explique que no está pudiendo escribir porque el tiempo repartido cada vez entre más cuestiones, personas y fechas no le alcanza, y no puede, aún teniendo el tiempo para hacerlo.
Es que hace unas horas Diego y yo nos casamos, nos fuimos de vacaciones, tomamos conciencia de lo queridos que somos y de lo mucho que queremos nosotros a mucha gente, y al ratito nomás nos peleamos y nos reconciliamos unas cuarenta y ocho veces mientras Violeta empezaba el jardín y los tres comíamos una riquísima tarta de choclo, queso, morrón rojo y cebolla, todo hervidito y sin nada de aceite salvo por la masa de la tarta que lleva apenas media tacita pero que me queda bárbara, tipo galletita salada. Y un rato más tarde yo misma con mis mismos y propios ojos vi entrar el año 2007 a mi casa quien me dijo que es cierto lo que dice mi amiga Marianita acerca de que él nunca empieza en enero sino en marzo lo cual a su vez coincide con mi teoría que afirma que los calendarios son una mentira necesaria... En fin.
El caso es que cuando mis clases dadas y tomadas arrancaron otra vez, y las lecturas y las canciones se empezaron a sentir relegadas y entonces hábilmente comenzaron a colarse entre los minutos y los segundos menos pensados y a veces inexistentes, yo también volví. Reaparecí. Retorné. Y acá toy.
Ya no sé si mi cuerpo quiere llevarme o traerme, o si mi nombre puede representar quién soy en este hoy tan transitado de emociones y sentimientos. Lo que sí sé es que sigo teniendo ganas de hacer cosas y de usar a “el tiempo” – siempre y cuando él me lo permita, claro – a mi conveniencia. Y hoy estoy segura que lo que más me conviene es desearles a todos los que quiero una pacífica semana santa, y una buena pascua con cantidad de roscas y huevos de chocolate, y ojalá, sin conejos de ningún tipo. Digo, porque a mí ni cuando era chiquita; ni cuando trabajaba en una multinacional; ni cuando me quedaba a dormir en lo de mi abuela Emilia; ni cuando vivía en Venezuela seis setenta segundos seis pasillo al fondo de todo; ni cuando era soltera; ni cuando me robaron la alianza; ni cuando empezaba a ir a bailar; ni cuando me explotaba el corazón de hormonas; ni cuando parí, me gustaron los conejos.
Y hoy tampoco me gustan, pero bueno, allá ellos...
Maca
Mi abuelo Pepe una vez me dijo que siendo él muy joven se dio cuenta de que el tiempo era su principal enemigo, por lo cual decidió aliársele aunque más no fuera en el campo de la rivalidad, para al menos tener la posibilidad de, en una de esas, quizás, tal vez, ganarle alguna que otra batalla. Pensando en mi abuelo y pensando en mí, llego a la conclusión de que a veces sí le ganamos, ya que a veces sí logramos doblarlo o desdoblarlo un poquito y así sentirnos satisfechos con nuestro logro evidentemente temporal. Pero lo trágico es que, en el fondo, en el lugar más hondo que podamos tener, todos bien sabemos que hayamos o no triunfado, él, el tiempo, es quien manda sin espacio a excepciones.
Tantas veces he intentado creerme la postura de “a mí las fechas no me importan” o “es lo mismo que te pase a buscar a las cuatro de la tarde que a las ocho de la noche”. Tantas veces... pero nunca puedo terminar de creérmelo más que nada porque soy básicamente pésima en el oficio de mentirme a mí misma, a Macarena “tiempo” Moraña, quien, dicho sea de paso, hoy quiere empezar a escribir un texto que explique que no está pudiendo escribir porque el tiempo repartido cada vez entre más cuestiones, personas y fechas no le alcanza, y no puede, aún teniendo el tiempo para hacerlo.
Es que hace unas horas Diego y yo nos casamos, nos fuimos de vacaciones, tomamos conciencia de lo queridos que somos y de lo mucho que queremos nosotros a mucha gente, y al ratito nomás nos peleamos y nos reconciliamos unas cuarenta y ocho veces mientras Violeta empezaba el jardín y los tres comíamos una riquísima tarta de choclo, queso, morrón rojo y cebolla, todo hervidito y sin nada de aceite salvo por la masa de la tarta que lleva apenas media tacita pero que me queda bárbara, tipo galletita salada. Y un rato más tarde yo misma con mis mismos y propios ojos vi entrar el año 2007 a mi casa quien me dijo que es cierto lo que dice mi amiga Marianita acerca de que él nunca empieza en enero sino en marzo lo cual a su vez coincide con mi teoría que afirma que los calendarios son una mentira necesaria... En fin.
El caso es que cuando mis clases dadas y tomadas arrancaron otra vez, y las lecturas y las canciones se empezaron a sentir relegadas y entonces hábilmente comenzaron a colarse entre los minutos y los segundos menos pensados y a veces inexistentes, yo también volví. Reaparecí. Retorné. Y acá toy.
Ya no sé si mi cuerpo quiere llevarme o traerme, o si mi nombre puede representar quién soy en este hoy tan transitado de emociones y sentimientos. Lo que sí sé es que sigo teniendo ganas de hacer cosas y de usar a “el tiempo” – siempre y cuando él me lo permita, claro – a mi conveniencia. Y hoy estoy segura que lo que más me conviene es desearles a todos los que quiero una pacífica semana santa, y una buena pascua con cantidad de roscas y huevos de chocolate, y ojalá, sin conejos de ningún tipo. Digo, porque a mí ni cuando era chiquita; ni cuando trabajaba en una multinacional; ni cuando me quedaba a dormir en lo de mi abuela Emilia; ni cuando vivía en Venezuela seis setenta segundos seis pasillo al fondo de todo; ni cuando era soltera; ni cuando me robaron la alianza; ni cuando empezaba a ir a bailar; ni cuando me explotaba el corazón de hormonas; ni cuando parí, me gustaron los conejos.
Y hoy tampoco me gustan, pero bueno, allá ellos...
Maca
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