Aclaración = excusa: empiezo indispuesta, hinchada, y el fin de año. Víspera navideña. Quiero ya un sinónimo de víspera. Busco. Por ahora no encuentro y me dejo distraer por la siguiente frase: “a ojos cegarritas sin pestañar”. Quiero empezar a usar la palabra cegarritas. Busco en la parte alfabética. Dícese de la persona que por debilidad de la vista necesita entornar los ojos para ver. No es mi caso. Tengo buena vista, por suerte, pero me doy cuenta que no es la misma de hace unos años. Nada es lo mismo. La panza hinchada me molesta. Es inestable, me refiero a la hinchazón. Hay períodos del mes que me siento divina, y otros en los que se me cae la estima tan abajo que no la puedo sacar ni con el palo de la escoba con el que algún día, lo sé, saldré volando de casa. Es muy linda la definición de víspera pero no tengo ningún deseo de transcribirla; pero sí me quedo con una palabra que pesqué al paso: “crepúsculo”. Me hace pensar en Julio Cortázar, y en ese librito tan bello llamado “Salvo el crepúsculo”; ya su nombre me conmueve. Leí mucho, pero siempre me parece poco. En eso y en otras cosas soy insaciable; al decir esto sé que vendrá la idea del sexo pero no hablaba de eso. Hay palabras que nos conducen los pensamientos, son limitaciones, estereotipos, y de esas cosas hay que huir… Escribo tomando conciencia de mi vocabulario habitual. Paso en limpio: hinchada, víspera, por suerte, panza, divina, estima, linda, conmueve.
Vamos por más. Como siempre.
Mediodía de sol desde acá arriba. La altura es referencia continua también. Eso supongo es bueno. Una vez me dijeron que si al escribir las letras se van hacia arriba es porque estás de buen ánimo. Podría considerarlo una idiotez, de hecho lo es, pero siempre lo tengo en cuenta. Sé que muchas veces descanso en palabras repetidas, conocidas, muy usadas, siempre quiero más. Siempre siempre, nunca nunca. Jamás también. No me rindo ante las incomprensiones, todo lo contrario, la etimología es también moneda corriente. Quisiera estudiar a fondo alguna vez, origen, razón de ser. Amo el lenguaje. ¿Qué sería de mí sin él?, ¿qué hubiera sido de no haber sido quien soy?. Tal vez cocinera, sí, pero me molesta el calor del horno en verano. En cambio puedo escribir bajo el sol sin dejarme caer por los ojos llorosos y tirantes. Siempre pienso en Borges, ¿qué escritor argentino no lo hace?. Premio a la cuasi perfección pero también a la tenacidad. Ciego el tipo… Ciego… Alguna vez quiero escribir una historia sobre alguien que no ve, que nunca vio, que vive de su imaginación, intuición y percepciones. Yo, gracias a Dios, con las piernas machucadas nomás, y ya casi no le doy importancia. A la panza vaivén sí: la odio, y no me puedo hacer la zen a la voz de “yo soy mi panza, mi panza soy yo”. No me identifica, me afea. Afea es otra palabra mía, y el tema de los lindos y los feos. Ahora se me pasó un poco, lo cambié por el de la soledad de estar solo, la otra que se siente estando acompañado, más que nada en el matrimonio, y por supuesto por el amor que se siente por los hijos. Los temas van cambiando y tal vez, pienso, las palabras también, y entonces aparecen nuevas. Entonces, desde cuándo, del tipo de, tanto que, sí o sí, por qué no, cómo no, sí señor, lero lero, me cago en la hostia, mamerto, carancho, chuletas, mis nenas… Uso mucho frases como: “me encaraba sistemáticamente”; “el amor es así, lo sé”; o “¡qué boluda!”; “buena onda y/o medio pelo”. Ahora palabras que puede que no sean tales… Paparulo, presqui, ratuzca, fajación, pendorchas. Busco por las dudas “paparulo” y me encuentro con paparrucha. “Noticia falsa o irracional; mentira. Obra literaria, insubstancial y desatinada”. ¿Será una señal?. Ni en pedo. Por Dios no. Ni a palos. Ni, mucho NI. Destino es una palabra hermosa, me hace pensar primero en los boleros y después en el querido Manuel Puig. Canto: “Y aunque pueda parecerte un desatino, no quisiera yo morirme sin tener algo contigo”. Qué lindo. Adoro las palabras cursis, las frases de amor empalagoso. Me encantaría recibir de tanto en tanto una carta así, melosa, melodramática, triste tal vez. Una vez me mandaron una, un loco del barrio, la tengo por ahí y el otro día la encontré. Me da mucho gusto gustar. ¿A quién no?. ¿Diré muchas obviedades?, ¿todos lo haremos?. Lo que noto es que la gente habla muy mal, y escribe pésimo. Ese facebook y todas esas redes sociales y cibernéticas son un muestrario de horrores de ortografía y gramática. Detesto los vistes, entendistes, escuchastes. Me hacen temblar desde los hombros con la misma intensidad que siento cuando una uña raspa un pizarrón. Yo no hablo mal, y escribo lo mejor que puedo, pero es cierto que digo muchas malas palabras. No sé si es bueno o es malo, lo que sé es que a veces me molesta tenerlas como muletillas, pero están establecidas, vienen conmigo, desde mi infancia, desde mi casa, mi primera forma de hablar, son palabras familiares para mí. Mí, yo, Maca, la auto referencia, la orfandad, el amor, la amistad. Los temas, mis temas.
Víspera dos. Fin de año. Año nuevo. Fin de año es un momento extraño y circulante, cargado de una melancolía que salpica los ojos. Llorás más – y en mi caso eso es tanto que…- Muchas más lágrimas, algunas que valen la pena, otras que se hacen madres de otras que se hacen madres de otras que… Y hoy, cuando me metí en la iglesia vacía supe que mi abuela Emilia andaba por ahí, y me acerqué al pesebre y bueno… Esas cosas que uno a veces no quiere contar. Era su pesebre, el pesebre que perdí y que regalé, o que se quedaron esas monjas ladronas de aquella feria idiota. En nombre del convento se quedaron con mis cosas. Era su pesebre, pintadito, colorido, recauchutado, pero el de ella, mío, y el burro me daba la razón. No me lo robé porque no puedo robar, pero me lo tendría que haber robado. ¿Cuántos Ave María tendré que rezar por robar el pesebre de una iglesia en plena navidad?. ¿A quién le bailan hoy tus bailarinas de vestido rosa y celeste, abuelita?. ¿Qué guardan aquellos pastilleritos minúsculos y plateados?. Ahora ya no soy la favorita de nadie; antes ella me prefería, no lo quería decir, pero cuando yo se lo decía se reía. Siempre fui la favorita de mi abuela Emilia y de mi mamá. Ahora me ando buscando tal vez en nuevas mujeres, nuevas amigas, o las de siempre que también son y están nuevas. Recurro a las palabras para tener una espalda derecha y una pared con la enamorada del muro pegadita pegadita, para apoyar éstas ganas y éste traste y éste verano de familia feliz, con deudas económicas y absurdas, con ninguna culpa pendiente, y con una lista larguísima de ilusiones y deseos. Los miré mucho éstos días a esos tres, de a ratos me parecía obsceno tanto amor y empalago. Te amo, te quiero, preciosa, mi reina, churro, mis amores… Supongo que me quedo con esas, me refiero a las palabras y a las personas. Una abuela que todavía tengo por lo menos siempre espera mi llamado, así que de algún modo me prefiere. Las otras dos que no están más sabrán tejer nubes. La madre al final del fondo de la entrada de la puerta del camino de la vida. Y ellos tres soleados de ojos grandes y también algo lacrimosos. La ilusión navideña de la más grande, los dientes de la beba, los abrazos del varón. Esos son los míos. Ya, entonces, cierro, aplaudo, tarareo, para acabar llamándome al silencio de una gratitud infinita y también, desde ya, por qué no, oime, seguro, es cierto, evidente: merecida.
Feliz año 2010.
Maca
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Tuesday, December 29, 2009
Tuesday, December 08, 2009
Nunca le pareció una mujer fácil, pero qué mujer lo es. Se hicieron amigas enseguida. Al principio le pareció un poco demasiado risueña, con esa tontez que da la risita constante, pero luego se la adjudicó a una especie de ansiedad mezclada con alegría, y acabó por convencerse de que le gustaba. Le contó un montón de secretos. Ahora sabe que no es tonta sino peligrosa, y que el origen de esa risita es una neurosis galopante que se agenció después de desear sistemáticamente, todos los días, a pura conciencia, la muerte de su hermana. Ahora le teme tanto que no puede dejar de ser su amiga.
Wednesday, December 02, 2009
Tuesday, December 01, 2009
Este mediodía, me crucé a una mujer que fumaba mientras caminaba por la calle. Su edad y su cabello me hicieron acordar a mi madre, quien alguna vez me dijo que antes, “en su época”, estaba muy mal visto que las mujeres fumaran por la calle; porque dicho acto era considerado de mal gusto. Las que lo hacían eran llamadas atorrantas, o casquivanas. Y entonces hoy me pregunté si el día de mañana, cuando yo tenga cincuenta y tantos y mi hija, con sus veintipico, vea a una mujer de edad caminando desnuda libremente, se acordará de mí diciéndole: “Antes, en mi época, estaba muy mal visto que las mujeres fueran desnudas por la calle”.
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